Los sindicatos UGT y CCOO, mayoritarios en el Estado, se pronunciaron en contra de la huelga junto al gobierno vasco y los partidos políticos PSE y PP. El PNV tampoco suscribió la convocatoria, por el contrario EA y Aralar apoyaron la convocatoria de huelga junto a las organizaciones que configuran el espacio abertzale radical.

El esperpento de la huelga, celebrada finalmente el pasado día 21, se ha saldado con un estrepitoso fracaso desde cualquier punto de vista: escasa incidencia en la ciudadanía y actividad normal en los sectores de producción, transportes, servicios, y administraciones públicas. Los servicios mínimos han funcionado sin problemas y de acuerdo con lo legalmente establecido y el comportamiento de la Ertzaintza ha sido ejemplar y tolerante con el derecho de huelga y, en todo caso, decidido y contundente ante hechos de violencia y coacción desmedidos, así como en defensa del derecho al trabajo.

Los análisis unánimes que se han hecho de la convocatoria reflejan que la huelga sólo ha tenido motivaciones políticas en defensa de una política soberanista e identitaria y en contra del recién formado gobierno vasco presidido por el socialista Patxi López. Ni el gobierno anterior ni el actual gobierno han agredido a los trabajadores y a los sindicatos con medidas económicas, sociales, y laborales- sino todo lo contrario- como han puesto de manifiesto los sindicatos UGT y CCOO en el País Vasco justificando el “no” a la huelga.

El momento de la huelga ha sido además claramente inoportuno al hacerla coincidir con la constitución del primer gobierno vasco no nacionalista; el acuerdo entre el gobierno vasco y central para transferir las políticas activas de empleo; el llamamiento al diálogo social del gobierno vasco a los sindicatos para abordar la crisis y el desempleo; y la celebración del 10º congreso de UGT de Euskadi celebrado en Vitoria el mismo día de la huelga.

En estas circunstancias las lecciones de la huelga son varias:

En primer lugar se ha vuelto a constatar que una huelga general es una cosa muy seria que hay que valorar en profundidad a la hora de decidir su convocatoria, y por lo tanto se debe basar en la defensa de una serie de reivindicaciones plenamente justificadas y en contra de agresiones a trabajadores y sindicatos. No podemos olvidar que la huelga representa el instrumento más poderoso que tienen los trabajadores en sus manos para defender sus legítimos intereses y que se puede volver en contra de los convocantes si no está plenamente justificada.

En este sentido, la convocatoria y la realización de una huelga general debe ser llevada a cabo por el conjunto del movimiento sindical; es imprescindible la unidad de acción de todos los sindicatos si queremos garantizar el éxito de una huelga general puesto que la división sindical conduce sin paliativos al fracaso de la convocatoria como se ha demostrado, una vez más, en esta ocasión.

Para acudir unidos a una huelga general la autonomía sindical es imprescindible y ésta resulta incompatible con la defensa de posiciones soberanistas o de refuerzo del espacio abertzale radical desde una posición de “frentismo sindical excluyente” equiparable al “frentismo político” desautorizado en las recientes elecciones celebradas en el País Vasco. Los sindicatos no pueden ser la infantería ni la fuerza de choque de proyectos políticos- y mucho menos si son violentos- ni correa de trasmisión de partidos, asociaciones, y organizaciones políticas.

También el relevo que se ha producido recientemente en las direcciones de ELA-STV y LAB- que son las convocantes de la huelga-, debe ser motivo de reflexión y seguimiento de las políticas que se lleven a cabo por los dos sindicatos de aquí en adelante. Se trata de comprobar si estamos ante un relevo de personas, o ello también conlleva un cambio de estrategia sindical y por lo tanto la posible modificación de sus actuaciones para responder a la crisis y al desempleo en Euskadi y, en general, a lo que demandan los trabajadores.

En esta ocasión, los sindicatos de corte nacionalista han cometido un grave error y no han sido capaces de imponer su política en las empresas y administraciones públicas; más bien los trabajadores han secundado las posiciones del sindicalismo estatal lo que abre serias expectativas de mejora de la correlación de fuerzas de UGT y CCOO en relación con el sindicalismo nacionalista. La situación se agrava para el sindicalismo nacionalista que ha hipotecado su acción sindical con la huelga y, lo que resulta más negativo, no acepta participar en el diálogo social abierto por el Lehendakari, Patxi López, ni tendrá el amparo institucional de un gobierno nacionalista en esta legislatura.

Por eso en el campo sindical se abre, después de la huelga, un debate sobre el futuro del movimiento sindical en Euskadi que, no lo olvidemos, responde en la actualidad a un “sindicalismo a cuatro” (atomización sindical), lo que resulta en términos comparativos un número excesivo de sindicatos en un ámbito reducido, desde el punto de vista geográfico y de población trabajadora.

No nos cabe duda sobre el resultado de ese debate que, seguramente, será favorable a las políticas que se encaminen a “sindicalizar” y no a “nacionalizar” las estrategias que se lleven a cabo por los sindicatos en el País Vasco en los próximos años.

En el plano político la huelga ha dejado sin espacio político a EA y ya sólo le queda a esta formación política, que participó en el anterior gobierno de coalición, la unificación o integración en el PNV o su marginación y disolución a medio plazo. Por otra parte, la apuesta de Aralar por la huelga reduce su espacio político al ámbito abertzale radical y, sobre todo, si continúa radicalizando sus posiciones terminará por ser una formación política residual en pugna por ocupar el espacio marginal dejado por Batasuna. En cuento a la pretensión de la izquierda abertzale de superar su ostracismo institucional, ganando espacio en la calle, o al intento del soberanismo más radical de medir sus fuerzas fuera del parlamento, recabando un mayor apoyo social, hemos constatado que se ha saldado con un rotundo fracaso. También han fracasado los intentos de que la huelga refleje la existencia de una mayoría social en el marco laboral de Euskadi distinta a la mayoría política que sustenta al actual gobierno vasco.

En el contexto de la huelga es digno de mención el comportamiento del gobierno vasco que, en su primera intervención comprometida, ha sido ejemplar y su reacción se puede calificar de prudente y razonable, respondiendo a la convocatoria con un llamamiento al diálogo social para abordar la crisis- Euskadi también está en recesión- y resolver los problemas sociales que plantea un incremento considerable del número de parados que irá además en aumento. También se puede calificar de valiente la actuación de la consejería del interior y de la Ertzaintza que ha sido además eficaz y alabada por todos en general no dando motivos al mundo radical para criticar su actuación.

Por otra parte, la huelga ha demostrado, una vez más, la mayoría de edad de la ciudadanía vasca respondiendo con indiferencia a la huelga y siendo por lo tanto coherente con su posicionamiento en las últimas elecciones celebradas el pasado 1 de marzo y con las primeras decisiones tomadas por el nuevo gobierno vasco, en particular la que apuesta por la “transversalidad” en la relación con todos los partidos políticos- desde el acuerdo preferente con el PP-, que ha extendido a los sindicatos.

Desde luego en Euskadi se ha abierto una etapa apasionante que concita entusiasmo, ilusión y esperanza en torno al nuevo gobierno; ello ha sido ratificado con el fracaso de la huelga general. Esa es una buena razón para que los sindicatos, UGT y CCOO, no se queden atrás y se sitúen en vanguardia del cambio que espera la ciudadanía vasca.