En los últimos días se han podido escuchar algunas previsiones de riesgos catastróficos, que son un verdadero disparate, pero que están contribuyendo a generar climas de miedo y desconfianza, que al final tienen efectos reduplicadamente negativos en nuestra economía, en un contexto en el que se hace notar la mano de algunas maniobras especulativas.
Desde luego, en política y en economía, nunca debe subvalorarse la influencia de los efectos psicológicos, e incluso del llamado “efecto Thomas”, cuya formulación sostiene que “cuando mucha gente cree que algo es real (aunque no lo sea) se acaban produciendo los mismos efectos que si fuera real”. Por eso, determinados comportamientos alarmistas al final, más que perjudicar al gobierno, acabarán perjudicando la situación real de España de una forma que sólo puede beneficiar a los especuladores y a quienes nos quieren ver fuera de las esferas de influencia internacional.
Un indicador llamativo del papel que están empezando a tener los factores subjetivos en la valoración actual de la situación económica de España nos lo proporcionan, por ejemplo, los datos de la última Encuesta publicada por El País, según la cual un 87% de los españoles valoran la situación económica actual de España como “mala” o “muy mala”, en tanto que esta cifra desciende nada menos que al 29% cuando se les pregunta por su situación económica personal y familiar, es decir, tres veces menos. Lo cual, desde luego, no casa muy bien, en la medida que se supone que si a tantos no les va mal (incluso casi al 40% les va bien o muy bien), la situación de conjunto no puede ir tan absolutamente mal. Por ello los pesimismos y los climas de opinión subjetivos empiezan a adquirir una importancia notable. Lo cual exigiría un esfuerzo de responsabilidad por parte de todos, en la medida que es mucho lo que todos tenemos que ganar o perder en este envite.