Entre el 21 y el 24 de enero se ha celebrado, en Davos, la reunión anual del Foro Económico Mundial, siendo de destacar, en esta ocasión, la escasa importancia mediática que se le ha dado a la misma. En la era de la comunicación, parece que las élites económicas globales cada vez necesitan menos su presencia en los medios de comunicación, tal vez para no enojar en mayor medida a una clase media de los países desarrollados empobrecida, y en la que el problema de la desigualdad empieza a calar como disfunción del sistema.
Es evidente que los grandes gestores de la economía global no necesitan foros como el de Davos o las reuniones del Club Bilderberg, para comunicarse o acordar estrategias de intervención. Sin embargo, estas reuniones sí sirven para dar un cierto carácter institucional a “su papel en el mundo”. Papel que aparece de una forma más concreta y efectiva a través de los mercados financiero -especulativos en los que su verdadero poder –el manejo de grandes flujos de capitales- tiene efectos mucho más convincentes que los documentos o conclusiones de las conferencias y reuniones públicas. Y ya ayer Grecia y Syriza empezaron a ver las consecuencias de este poder, cuando mostraron que el Programa con el que se presentaron a las elecciones y las medidas que hace más de cuatro meses habían anunciado y escrito en dicho Programa, efectivamente iban a pretender llevarlas a la realidad. La elevación por encima del 10% del tipo de interés de sus bonos a 10 años, la caída de su bolsa y la penalización de sus bancos, no es sino la primera medida directa del control de los mercados especulativos por el capital financiero global, claramente dirigida a castigar a los que no obedecen las normas del sistema.
Y para apoyar la medicina correctora, no está mal una cierta dosis de manipulación demagógica sobre la población europea. Por ejemplo, pregonar que los griegos nos deben a los españoles 27.000 millones de euros, cosa que no es ni mucho menos exacta. Cerca del 45% de la deuda griega (unos 320.000 millones de euros, del orden del 175% del PIB del país) corresponden al Fondo Europeo de Rescate, que emitió bonos para financiarse, sobre los que España, como el resto de los países del euro, actuaron de avalistas, pero no desembolsaron ninguna cantidad. Así, España es avalista de unos 18.000 millones de los bonos emitidos por el Fondo Europeo de Rescate (predecesor del Mecanismo Europeo de Estabilidad actual) pero ni los intereses que se pagan por los griegos, ni la amortización del principal revierten sobre este país, salvo en la correspondiente reducción del riesgo de la parte alícuota (12,7%) avalada de la emisión de bonos del Fondo Europeo de Rescate. Rescate que vence en 2054, con moratoria de intereses para los griegos durante diez años, si bien su mantenimiento tiene que someterse a revisiones periódicas del cumplimiento de las condiciones con que se concedió, prorrogándose tras los correspondientes acuerdos (el próximo en febrero de este año). España sí aportó, en el primer rescate a Grecia, unos fondos de unos 6.600 millones en préstamos bilaterales, que vencen a partir del año 2020, y sobre los que los griegos nos pagan el Euribor más un 0,5% anual. Cifra que representa, de una forma más directa, la exposición real de España ante Grecia, pero que no nos debería hacer olvidar que España ha logrado endeudarse –gracias a las políticas potenciadas por Alemania, BCE y UE- hasta el 100% de su PIB. Y que, como el resto de países mediterráneos, necesitará fuertes concesiones de sus socios -y del BCE- para solucionar una situación de deuda pública que puede ser insostenible en un marco de inestabilidad financiera global acelerado, que puede volver a generalizarse nuevamente a corto-medio plazo.
Y, precisamente, este es uno de los riesgos que el “World Economic Forum” señala en los documentos preparatorios de las reuniones anuales que sus equipos técnicos desarrollan como guía para las mismas. Nos referimos, en concreto, a los denominados “Global Risks”, cuyo contenido para 2015 constituye la 10ª edición de los mismos.
En estos documentos preparatorios el aspecto fundamental es el que señalan como “Mapa de Riesgos del año” donde se recogen los riesgos más probables, y aquellos otros que pueden tener un mayor impacto e importancia global. Se definen los “Riegos globales” como un suceso o condición que, si ocurre, puede causar impactos negativos significativos sobre varios países o sectores productivos durante los próximos 10 años. Se elaboran a partir de una encuesta a cerca de 900 participantes (42% ligados a los negocios, 18% académicos, 15% ONGs, 8% Gobiernos y 17% otros) a los que se les pregunta sobre un total de 28 riesgos (8 económicos; 5 ambientales; 5 geopolíticos; 6 sociales, y 4 tecnológicos) predefinidos por el Gabinete técnico, y en el marco de las 13 tendencias que dicho Gabinete considera configuradoras de las pautas de cambio que pueden afectar a la intensidad o interrelaciones entre los riesgos globales:
El envejecimiento de la población en los países desarrollados y en vías de desarrollo, por la disminución de la fertilidad y de la mortalidad, con incremento de la esperanza media de vida.
- El cambio climático que altera la composición de la atmósfera mundial y modifica la variabilidad natural del clima (calentamiento global).
- Degradación ambiental por el deterioro de la calidad del aire, el suelo y el agua, derivado de las concentraciones ambientales de contaminantes, y de otras actividades y procesos impactantes.
- El incremento de la clase media en las economías emergentes, por la creciente proporción de la población que alcanza los niveles de ingresos de la clase media en los países emergentes.
- El aumento del nacionalismo entre las poblaciones y los líderes políticos, lo que afecta a las posiciones políticas de los países.
- El aumento de la polarización dentro de las sociedades, llevando a la incapacidad para alcanzar acuerdos sobre cuestiones clave dentro de los países, debido a las divergencias o a la aparición de posturas extremas en los valores, o en las opiniones políticas o religiosas.
- Aumento de las enfermedades crónicas, que lleva al incremento de los costos a largo plazo de su tratamiento y amenaza las ganancias sociales en la esperanza y calidad de vida, significando cargas adicionales para los presupuestos de los países.
- Aumento de la hiperconectividad asociada al incremento de la interconexión digital de las personas y de las cosas.
- Incremento de la movilidad geográfica de las personas y de las cosas, debido a las mejoras y rapidez de los medios de transporte y a la disminución de las barreras a dicha movilidad.
- Aumento de las desigualdades de renta por la disparidad de ingresos creciente entre ricos y pobres en los principales países o regiones.
- Cambios en los focos del poder, por traslado de éste desde el poder estatal a los actores no estatales y particulares, de lo global a lo regional, y de los países desarrollados a los países de mercados emergentes y en desarrollo.
- Incremento de la urbanización, aumentando de forma sostenida el número de personas que viven en zonas urbanas, lo que resulta en el crecimiento físico de las ciudades.
- Debilitamiento de la gobernanza internacional con la pérdida de peso o incremento de la ineficiencia de los acuerdos o redes de instituciones mundiales o regionales (por ejemplo, la ONU, el FMI, la OTAN, etc.), asociado a la pérdida de confianza en la misma, lo que aumenta el vacío de poder mundial, y la prevención de soluciones efectivas a los retos mundiales.
No cabe duda de la pertinencia y vigencia de las tendencias señaladas en la dinámica global actual. Pero sorprende la no consideración de otra serie de factores, que complementan o matizan los anteriores, y a los que se ha hecho referencia reiterada en esta sección, que son tanto o más condicionantes de las tendencias, riesgos e impactos de futuro de los procesos de cambio global actuales. Al básico, centrado en el incremento de la población mundial, que está en el origen de la inmensa mayoría de las tensiones derivadas de muchos de los problemas, habría que añadir:
El fuerte proceso de mundialización de la economía, potenciado por internet y por la seguridad al tráfico mundial, tanto en un transporte de incidencia muy reducida en el coste de los productos, como en un comercio internacional creciente, pero con incertidumbres futuras asociadas al incremento de riesgos geopolíticos y al incremento de costes del petróleo.
- La implantación generalizada de una economía basada en la supremacía del beneficio económico individual (que los conservadores defienden como paradigma de acción social), que ha implicado la subordinación de la economía productiva a la economía especulativa.
- La subordinación del interés general a la filosofía del enriquecimiento individual, a través de la desregulación, en particular en el mundo financiero, con la creación de múltiples productos financieros derivados, y de la ingeniería financiera subyacente.
- La regresión en los derechos del trabajador de los países desarrollados, tomando como referencia la situación de las sociedades menos avanzadas en sueldos y derechos, aduciendo que es necesaria esta regresión para asegurar la competitividad internacional en un mundo globalizado.
- La distribución regresiva del valor añadido producido, con menor peso de los sueldos y salarios y de los impuestos para las administraciones públicas, lo que dificulta el incidir en la cohesión social, incrementándose las desigualdades sociales a nivel local, aunque las personas en riesgo de extrema pobreza a nivel mundial tiendan a disminuir por la mejora de su situación en los países en desarrollo.
- La progresiva concentración de la propiedad de los recursos y capitales productivos en multinacionales y en distintos fondos de capitales (fondos soberanos, fondos de pensiones, bancos de inversión, etc.).
- Continúa la muerte de millones de personas por enfermedades fácilmente curables o por desnutrición, aunque se producen suficientes alimentos en el mundo para alimentar a toda la población del planeta sin problemas. La crisis financiero-especulativa del mundo desarrollado ha llevado a que también en estos países se produzcan situaciones de indigencia y malnutrición que afectan de manera creciente también a la población infantil.
- Se está acelerando la degradación de los mares, con un 85% del stock pesquero sobreexplotado o agotado, o con el incremento de las zonas muertas en los mismos, con grave retroceso sobre la situación de hace veinte años.. Todo ello está poniendo en grave cuestión las cadenas tróficas marinas y las posibilidades de alimentación de las poblaciones dependientes de la pesca.
- Sigue la progresiva degradación del suelo fértil, por su urbanización, la ocupación por basureros o por la creciente erosión, en muchos casos asociada a los nuevos cambios climáticos.
- Se sigue produciendo una pérdida de superficie forestal (del orden de 13 millones de hectáreas por año, entre 2000 y 2010) que ha llevado a que ya se haya perdido del orden del 53% de la cobertura vegetal primaria del Planeta.
Hay que señalar que algunos de estos procesos pueden considerarse incorporados en el Global Risk 2015 dentro del capítulo de Riesgos más que en el de tendencias, si bien la diferenciación entre unos u otros es matizable. En todo caso, la clasificación de los Riesgos más significativos que realiza en 2015 para el próximo decenio, y su evolución sobre la que consideraba en 2014, es la siguiente, atendiendo a la importancia y gravedad de sus impactos potenciales:
Crisis hídricas. El aumento de la demanda de agua por una población creciente y las insuficiencias de agua de calidad para el abastecimiento y regadío aparecen como uno de los focos de conflicto con impacto potencialmente más grave (conflictos entre estados o territorios) en el mundo. Se considera como riesgo social. En 2014 aparecía en tercer lugar.
- Expansión de enfermedades infecciosas. La reciente experiencia del ébola hace aparecer este problema en segundo lugar en 2015, en lo referido a su impacto potencial, siendo uno de los riesgos que en mayor medida aumentan su probabilidad de producción y su impacto respecto al informe de 2014, donde aparecía muy lejos de las diez primeras posiciones. Su incidencia principal sería el incremento de la mortalidad y de la inseguridad social. Se considera riesgo social.
- Las armas de destrucción masiva. La proliferación de armas nucleares, químicas, biológicas y el desarrollo de materiales y tecnologías radiológicos extiende el riesgo de crisis internacionales e incrementa los riesgos potenciales de grandes destrucciones. Se considera riesgo geopolítico. Ha incrementado fuertemente su riesgo y probabilidad respecto a 2014, donde se encontraba lejos de las 10 primeras posiciones.
- Conflictos interestatales. Se refiere a conflictos económicos, militares, cibernéticos, sociales o de cualquier otro tipo que pueden tener consecuencias regionales o globales. Palestina/Israel, Siria, Ucrania, Norte de África, etc., representan claramente el marco de estos conflictos que crecen en su importancia muy significativamente respecto a 2014. Se consideran riesgos geoestratégicos.
- Fallos en los procesos de adaptación al Cambio Climático. Dan por hecho la producción del Calentamiento Global y el Cambio Climático asociado, y consideran riesgo el que los Gobiernos o empresas no desarrollen las medidas adecuadas para proteger y adaptar la evolución económica y social a las consecuencias derivadas de dicho proceso de cambio climático. Lo consideran riesgo ambiental y pierde importancia respecto a su posición en 2014 (era considerado el segundo riesgo en importancia).
- Shock en los precios energéticos. Cambios bruscos o sostenidos en los precios energéticos que pueden tener incidencias significativas en la estabilidad de las economías y consumidores altamente dependientes desde el punto de vista energético. Riesgo tradicional que se ha visto modificado, como se veía en el último artículo publicado en esta sección, por consideraciones geopolíticas, que difícilmente pueden mantenerse a largo plazo, y que devolverán este riesgo a su dimensión original. Sorprende que este riesgo aumente su impacto en 2015 respecto a 2014, tanto en cuanto a su impacto como en relación a su probabilidad. Se considera riesgo económico.
- Caídas críticas en la infraestructura de los sistemas de información. La afección o los problemas en internet, en el sistema de satélites de comunicación, etc. pueden producir muy graves consecuencias en los sistemas de producción, en los servicios o en las comunicaciones personales. Se considera riesgo tecnológico y mantiene relativamente su importancia y riesgo respecto a 2014, aunque aumentando su probabilidad de producción.
- Crisis fiscales globales. El fuerte incremento del endeudamiento público y privado puede dar lugar a crisis en la deuda pública y a crisis de liquidez de graves consecuencias sobre la sostenibilidad económica. Su impacto y probabilidad disminuyen fuertemente respecto a 2014, en que era el principal riesgo detectado. Se considera riesgo económico.
- Desempleo o subempleo. Consideran un riesgo grave el incremento del desempleo o subempleo estructural en la economía. Disminuye su importancia y probabilidad respecto a 2014, cuando aparecía como el cuarto riesgo más significativo. Se considera riesgo económico.
- Colapso de ecosistemas y pérdida de biodiversidad. Incorpora las consecuencias irreversibles de las pérdidas de recursos naturales y de biodiversidad para la humanidad o para el sistema productivo (pesca, sistema forestal, farmacia, etc.). Se considera riesgo ambiental y, aunque pierde importancia respecto a 2014 (séptima posición) se mantiene entre los 10 principales riesgos.
De los contenidos anteriores cabe derivar varias consecuencias significativas respecto a la percepción del World Economic Forum -y del conjunto de empresarios, académicos, gobiernos e instituciones que colaboran con el mismo en la elaboración de los Global Risks-, respecto a lo que significará la evolución Global a medio plazo. La primera conclusión es la importancia sistemática que se da a los Riesgos ambientales en los correspondientes informes. Aunque en 2015 desaparece de los diez primeros puestos el Riesgo asociado a Sucesos climáticos extremos (6ª posición en 2014), a lo largo de los Informes se ha mantenido la importancia de los riesgos asociados al Agua y al Cambio Climático; y en 2015 aparece en la 10ª posición los riesgos asociados al Colapso de los ecosistemas y la pérdida de biodiversidad. La segunda conclusión se asocia a la mejora de la percepción de la situación socioeconómica que muestra el Informe de 2015 respecto al de 2014. En 2014 la crisis fiscal (1ª posición), el desempleo/subempleo (2ª posición) las desigualdades económicas (4ª posición), los fallos en la gobernanza (7ª posición), la crisis alimentaria (8ª posición), el fallo de los mecanismos e instituciones financieras (9ª posición) y la profunda inestabilidad política y social (10ª posición) definían un cuadro claramente asociado a la crisis del capitalismo en un mundo global y a la gravedad de sus consecuencias sociales. En 2015 los riesgos económicos parecen haberse desdibujado o perdido importancia respecto a los ambientales, los militares o los conflictos regionales interestatales, aunque muchos de estos riesgos difícilmente se puedan separar de los primeros.
¿Ha dejado de ser la sociedad de consumo asociada al actual sistema capitalista de dominancia financiero-especulativa, el origen y causa de los riesgos y problemas definibles en la sociedad actual? Evidentemente no, porque la principal contradicción para el mantenimiento del sistema sigue estando en la inviabilidad de la generalización de esa sociedad de consumo a una población global fuertemente creciente, bajo un sistema socioeconómico que hace de la competencia, de la especulación y de la riqueza individual, las pautas básicas de su funcionamiento.
Los riesgos ambientales que se destacan en los sucesivos informes son inherentes a la contradicción sociedad de consumo/recursos del planeta. Los riesgos económicos, sociales y geoestratégicos son inherentes a las contradicciones entre competencia/cooperación, beneficio individual/beneficio social, concentración de la riqueza/igualdad de oportunidades, etc. Las potencialidades (y también los riesgos) tecnológicos y la necesidad de suavizar riesgos por disminución de contradicciones que puedan acabar en catástrofes, exigen superar las pautas de esta sociedad capitalista bajo nuevos principios basados en la solidaridad, en la concertación y cooperación y en el respeto a los equilibrios básicos ambientales del planeta. Las nuevas tecnologías lo permiten cada vez más si se cambian las pautas de poder y de decisión social. El no hacerlo nos lleva hacia un futuro no precisamente agradable para las próximas generaciones.