Hay que entender que muchos españoles están viviendo la actual crisis de una manera muy directa, especialmente aquellas familias en las que uno de sus miembros se encuentra entre la amplia legión de más de cuatro millones y medio de parados, y muchas otras en las que se hacen notar las incertidumbres y los efectos económicos de la crisis. Por eso, una amplia mayoría de ciudadanos no entiende que desde el ámbito de la política no se haga todo lo posible para contribuir a propiciar una salida de la crisis y no se emitan señales de acuerdo que contribuyan a generar la necesaria confianza dentro y fuera de nuestras fronteras.

De ahí que no se entendería que los líderes de los dos principales partidos españoles salieran de dicha reunión realizando vagas declaraciones de intenciones poco precisas, o lo que es peor, poniendo el énfasis en que la parte contraria es la que no está dispuesta a llegar a acuerdos. Si el resultado de la reunión es de este tenor, la opinión pública pensará que estamos ante el mismo rifirrafe inútil en el que llevamos empantanados varios meses cruciales, y se acentuará el desgaste de los dos principales líderes y sus respectivos partidos políticos. Las últimas encuestas son bastante inequívocas en este sentido, mostrando un notable grado de erosión de los dos líderes y la difusión de la impresión de que ambos tienden a improvisar demasiado y no tienen propuestas resolutivas ante la crisis. Lo que está generando una peligrosa sensación de falta de rumbo y de capacidad de dirección, que hay que ser capaces de atajar urgentemente, en bien de todos.

Por eso, es mucho lo que ambos líderes se están jugando en estos momentos y no pueden salir de la reunión de la Moncloa con las manos vacías ni con meros discursos genéricos. La reunión del 5 de mayo, por lo tanto, es una de esas reuniones en las que los participantes deben estar dispuestos a hablar, hablar, hablar y negociar sin ponerse límites de tiempo, con la voluntad precisa de no levantarse de la mesa hasta que puedan ofrecer a sus ciudadanos la perspectiva de unos acuerdos concretos y creíbles en la dirección que se espera de ellos y de lo que la actual situación económica de España demanda. Ojalá que el resultado responda a las expectativas generadas y que ambos líderes demuestren la necesaria altura de miras y sentido de Estado.