Es una nueva valla más. En 1989 se derrumbó el Muro de Berlín y una gran esperanza recorrió el mundo. Desde entonces los países ricos han decidido resolver los problemas con muros, alambradas, cuando no les ayuda el mar que ahoga tan fácilmente o el desierto que se traga a las personas. Entre Estados Unidos y Méjico, entre Israel y Palestina, en Melilla, en Calais, en Gibraltar… Millares de kilómetros donde se estrella la miseria, donde así se estima resolver, o esconder los problemas.

No es nuevo en la historia de nuestra humanidad. Desde la muralla de China, hasta la de Adriano, con las ciudades fortificadas, los hombres siempre han pensado que la mejor defensa contra el otro era erguir un obstáculo de difícil paso. Pero, sin considerar la diferencia estética entre lo que se construía antaño, y lo que se edifica hoy, el progreso de la humanidad parecía encaminado a reducir o suprimir fronteras. Hoy estamos de regreso de tal ilusión. Materiales o virtuales los ciudadanos piden a gritos que les defiendan contra el otro, ese ser que tanto se parece a nosotros, biológicamente pertenecemos todos a la misma especie, pero que es antes que todo una amenaza.

Mientras tanto, sin que se les vea pasar, unas nubes de dólares, euros, vuelan por encima, a tal altitud que ni siquiera los humanos se enteran. Y aterrizan donde quieren, cuando quieren, y sin que nadie les pida nada echan a volar otra vez, cuando les da la gana.

Y cuando aparecen las vallas, también aparecen los campamentos salvajes, los del lodo y el frío, y si se organizan, amanecen los campos cercados de vallas con púas. Vuelven los Gurs, los Rivesaltes … Y por el mundo se va extendiendo esta nueva población, millones y millones de hombres, mujeres, niños a los que oficialmente e hipócritamente se les califica de desplazados.

Nadie que esté cuerdo puede negar que la inmigración es un problema. Tampoco puede ignorar que muchas veces es una solución. Pero las vallas materiales también ilustran los obstáculos que ponen los humanos en sus relaciones. Cómo consiguen agravar las diferencias, cuando es más fácil y útil subsanarlas. Cómo de la divergencia pasan fácilmente a la hostilidad. Cómo prefieren transformar una demanda razonable en un pleito agrio, como lo hemos visto con Cataluña. Y qué fácil es crear un Partido mediante el odio a otros como principal programa. Como transformar la Transición, que causó pavor y admiración por el mundo, en candado o mordaza a un pueblo, quien, consultado, la aprobó como nunca se había ratificado en nuestro país.

Estamos en el siglo XXI. Está programado enviar un hombre a Marte. Pero no avanzamos nada en la humanización de la Humanidad. ¿Porque no podemos o porque no queremos?