Los principales actores de la comunidad internacional, con Estados Unidos, Rusia, Europa y Naciones Unidas al frente, han sido partícipes tanto en el origen como en el devenir de cada uno de los lamentables capítulos de este terrible conflicto.

En consecuencia, estos actores, que durante décadas han jugado con las bombas israelíes y los refugiados palestinos en su tablero geoestratégico, son (somos) responsables absolutos de cada uno de los muertos, de los heridos, de las viudas, de los huérfanos, de los desplazados, de los hambrientos, de los desesperados que contemplamos en los noticiarios entre trago y trago de cava y a la luz de los adornos navideños.

En Palestina no hay acuerdo, convención o resolución del Consejo de Seguridad que valga. El soniquete repetitivo de la retórica diplomática y de los lamentos hipócritas de quienes podrían hacer mucho más de lo que hacen, apenas resulta audible bajo el clamor de las bombas, de los gritos de dolor de las víctimas y de los gritos de venganza de los supervivientes. La única ley que rige en Palestina es la ley de talión, la ley del más fuerte…

Se equivocan quienes piensan que las repercusiones de esta guerra son sólo de carácter local. Es cierto que ellos se llevan la peor parte: los muertos, el hambre, la ausencia de algo parecido a un espacio público, la destrucción calculada, premeditada y sistemática de cualquier atisbo de Estado…

Pero el caos palestino-israelí supone mucho más. Alimenta el agravio de toda la comunidad árabe contra la civilización occidental que protege a Israel. Constituye el caldo de cultivo para todo tipo de organizaciones terroristas que destilan tanto odio como escaso apego por la vida (la propia y la ajena). Representa el polvorín inestable que puede hacer estallar el equilibrio frágil de algunas naciones cercanas, como la jordana, la egipcia y la siria, que persiguen con mucho esfuerzo un horizonte de estabilidad y desarrollo más allá del enfermizo fanatismo religioso.

¿Por qué se dio una reacción furibunda y eficaz de la llamada comunidad internacional ante el reciente conflicto georgiano y no sucede lo mismo con la matanza de Gaza? ¿Por qué no se esgrimen ahora las amenazas de sanciones económicas y de aislamiento internacional para el agresor que se lanzaron entonces? ¿Por qué no viajan Sarkozy, Solana y Rice a Tel-Aviv y a Gaza como lo hicieron a Moscú y a Tbilisi?

Lo triste es que todos conocemos las respuestas a estas preguntas. El lobby judío juega un papel determinante en la política doméstica de la primera potencia mundial. La inestabilidad de oriente próximo, además, supone una coartada permanente para la presencia de las bases militares norteamericanas sobre el subsuelo de las mayores reservas de crudo del planeta. Y Europa no parece dispuesta a cuestionar la hegemonía del imperio… Hasta el inquieto avión de Sarkozy se mantiene en tierra para no incomodar al amigo americano.

¿Tan difícil sería encontrar una solución estable al conflicto? Seguramente no, con un mínimo ejercicio de voluntad por parte de la comunidad internacional. El mapa político interno de Israel, muy fracturado y carente de los liderazgos de antaño, y la guerra civil larvada entre Al-Fatah y Hamas en el lado palestino, hacen imposible la articulación de un plan de paz eficaz desde las coordenadas locales.

Los contendientes necesitan de la participación de la comunidad internacional. Para eso montamos las Naciones Unidas, por otra parte. Crear un Estado palestino estable y viable. Diseñar unas fronteras definitivas, atendiendo a razones históricas, demográficas y de sentido común. Establecer Jerusalén como ciudad santa para todas las religiones, regida directamente por Naciones Unidas. Advertir a unos y a otros con una respuesta firme de la comunidad global ante el uso indebido de la fuerza… Y si el acuerdo no es aceptado totalmente por las partes, porque se ha acumulado demasiada incomprensión y odio, pues se impone el acuerdo. Tal y como ocurre en cualquier comunidad regida por normas serias…

Es cierto que nosotros no apretamos el gatillo de las bombas que están cayendo sobre Gaza, pero no somos del todo inocentes…