Sin embargo, al menos que se oiga, contrasta que no hayan aparecido organizaciones propias de los más de seis millones de parados, para defender sus derechos y buscar salidas a su crítica situación.

Ahora bien, dentro del panorama político tiene aún poca influencia la opinión de los descontentos, si se tiene en cuenta que suman unos 25 millones. A mi modesto entender, eso se debe a que no hay un programa común que una todas las voluntades. Tal programa debiera ser lo suficientemente amplio para que todas se encuentren cómodas en el mismo, por diversas sensibilidades políticas que pudieran tener. Entiendo que ese requisito lo cumple: “la recuperación y ampliación del Estado de Bienestar”. Esto significa, dicho a título de ejemplo:

Créditos a empresas y PYMES, creación de puestos de trabajo; Control bancario; Recuperación de la enseñanza y actividad cultural; Recuperación de los servicios sanitarios; Subida de salarios y reactivación del mercado; Desarrollo de las actividades de innovación e investigación; Nueva ley electoral; Suspensión de desahucios…; etc.…

Con estos puntos y otros, bien razonados y presentados, se podía hacer un programa que suscribirían con millones de firmas los descontentos.

En los próximos meses se van a celebrar elecciones a ayuntamientos, Parlamento de Europa, y posteriormente, las generales. ¿Qué van a hacer los descontentos, los millones de ciudadanos educados en democracia? Porque si quieren que la democracia cambie, como se dice: hay que mojarse. De nada sirve “ver los toros desde la barrera”, o más bien sirve para que los demás no te tengan presente y hagan lo que les parezca. Sugiero al 15M y a todos los movimientos sociales que se pongan de acuerdo en un programa político y participen MASIVAMENTE en todos estos eventos con sus candidatos, para que los elegidos puedan abrir puertas para cambiar lo que se pretende cambiar. Evidentemente que los partidos tradicionales se van a presentar. Pero si esos partidos no tienen la confianza de millones de ciudadanos, hay que darles a éstos la oportunidad de que cumplan con su deber y voten por los candidatos que tengan su confianza: los que propongan los descontentos. Nada de quedarse en casa, que ya en el pasado, los viejos recordamos, tuvo fatales consecuencias.

Ahora, explicaré por qué las llamo generaciones de la esperanza. Nunca en la historia de España han existido generaciones educadas en democracia. Cuando se produjo el cambio de la dictadura a la democracia, la Transición, las fuerzas de izquierda se encontraban necesariamente débiles para enfrentarse a las pretensiones de las derechas que se habían desprendido del franquismo. No pudimos llegar más lejos en la profundización del sistema democrático. No fue por falta de voluntad, y aunque estábamos en las calles, a titulo de ejemplo mencionaré, que teníamos enfrente a un ejército con generales dispuestos a hacer una masacre. Nosotros conseguimos lo básico y fundamental para seguir marchando pacíficamente: por la vía de la libertad, la legalidad y la democracia.

Sin embargo, quedaron bastantes objetivos por conseguir. Eso se ha evidenciado en los años que han ido pasando. Las generaciones educadas en democracia tienen la posibilidad de continuar haciendo que florezca el sistema democrático y con él, el Estado de Bienestar. Por eso tengo esperanzas en ellas. “Las generaciones de la Esperanza”, es un bonito nombre al que hay que saber hacer honor.