Esta visión tan superficial de la realidad no se encuentra sustentada en datos empíricos fiables y en argumentaciones sólidas, sino que por el contrario se desvirtúan los hechos hasta tal punto que se llegan a extraer conclusiones que no se corresponden con el funcionamiento de la economía. De todos modos, más allá de estos planteamientos más que discutibles, lo que hay que resaltar es que tras una apariencia que quieren ofrecer de poseer un elevado conocimiento técnico y de esforzarse en mostrar que la economía es una ciencia neutra, de forma que se encuentra sometida a unas leyes similares a las que se pueden dar en la física, los resultados de poner en marcha sus proposiciones de política económica siempre se escoran hacia el mismo lado.
La política económica aplicada por este fundamentalismo siempre beneficia a los grandes poderes financieros y a fuertes grupos empresariales, mientras que con las políticas de ajuste, recortes sociales, reformas del mercado laboral y de las pensiones, se cercenan los derechos sociales de la mayor parte de la población. Los resultados de la puesta en marcha de las medidas que recomiendan están generando incrementos de la desigualdad, la pobreza y la merma de ingresos para las clases de ingresos medios y bajos. Ante esta ocultación de la realidad resulta muy estimulante la publicación de un libro del economista coreano, profesor de la Universidad de Cambridge, Ha- Joon Chan con el título “23 cosas que no te cuentan sobre el capitalismo”, (Debate, 2012).
En esta obra se pretenden romper determinados mitos que mantiene la economía oficial y que no se ajustan a lo que verdaderamente sucede en el mundo. No es como el propio autor aclara un manifiesto anticapitalista: “No es lo mismo ser crítico con la ideología de libre mercado que estar contra el capitalismo. A pesar de sus problemas y limitaciones, creo que sigue siendo el mejor sistema económico inventado por la humanidad. Mis críticas van contra una versión concreta del capitalismo, que lleva tres décadas dominando el mundo: el de libre mercado. No es la única forma de aplicar el capitalismo ni la mejor en absoluto, como indica lo sucedido en las tres últimas décadas. El libro muestra que hay maneras de mejorar el capitalismo, y que habría que ponerlas en práctica”.
Desde luego que no comparto el optimismo del autor sobre el capitalismo, un sistema que se encuentra enfermo y que no ha sido capaz a lo largo de la historia reciente y tampoco actualmente de dar respuestas a la pobreza, la desigualdad, el deterioro del medio ambiente, y posibilitar un nuevo orden económico internacional tal como se diseñaba en las numerosas propuestas que se hicieron en la década de los setenta, entre ellas el informe Brand. Pero el hecho de que el sistema se encuentre enfermo no quiere decir, como recordaba Edgar Morin, en una entrevista reciente, que esté muerto. La crisis actual hay que situarla en un contexto más amplio de una crisis más general y que afecta a ámbitos de la vida humana esenciales.
Aun con estos matices el libro es muy interesante e ilustrativo, pues en una buena enseñanza, debido a que el capitalismo como se ha demostrado en la historia no siempre se ha basado en el libre mercado y en la actualidad también hay modelos distintos, unos más sociales que otros. Como dice Linder, en un libro también muy interesante “El ascenso del sector público”, (Fondo de Cultura Económica, 2011): “Si los Estados de bienestar con altos presupuestos han logrado en gran medida el mismo crecimiento con mayor igualdad, ¿por qué los países con menos gasto no han engrosado sus filas? Una respuesta breve es por la historia y la ideología”.
En suma, el capitalismo a pesar de todos los males que padece, admite prácticas y formas diferentes de las que el fundamentalismo de mercado ha impuesto en muchos lugares y quiere seguir profundizando. Con este proceso lo que se consigue es agravar más la enfermedad que ya se padece, no se solucionan los problemas de la crisis, y si en todo caso se producen salidas ha dejado a muchas personas en la cuneta.