Por otra parte, a la alarma creada por los recortes en prestaciones y servicios públicos esenciales se le añade el anuncio de que se estudian modificaciones al Código Penal para reprimir convocatorias que deriven en violencia mensaje al 15M y similares- y que podría llegarse hasta la disolución de organizaciones si en las manifestaciones que convoquen se desmanda alguno de sus afiliados mensaje a los sindicatos-. En fin, la lista de calamidades y amenazas que se airean sin recato no buscan otra cosa que la ciudadanía se resigne y no se movilice para frenarlas.
Otro de los rasgos del viejo fascismo era su desprecio hacia la democracia. Aquí habría que partir de que el poder político está hoy abiertamente subordinado al poder financiero. Y el poder financiero es ajeno, cuando no contrario, a los métodos democráticos. Ello explica, también como ejemplo, que sin ningún pudor se derriben gobiernos elegidos por sus pueblos como ha sido el conocido caso de Grecia e Italia. Ese desprecio hacia las formas con que venía entendiéndose la democracia tiene otras manifestaciones, como pueden serlo las observadas en España a través de las calumniosas campañas contra el movimiento sindical, la decisión de controlar la información caso TVE-, la ruptura de los métodos favorables a los consensos sociales, el menosprecio hacia la participación ciudadana y hasta el estilo autoritario de los portavoces gubernamentales. A varios de ellos se les nota mucho su herencia franquista.
Un tercer rasgo del fascismo fue establecer un marco de relaciones laborales para colocar a los trabajadores en abierta subordinación al jefe patronal. Ese tufo tienen varias de las reformas laborales que vienen aplicándose en Europa, con el Gobierno de España enarbolando la bandera.
Cabría hablar de otros cuantos rasgos, pero baste con los aquí apuntados. En la idea de que al denunciarlos no se trata de contribuir a ese miedo que nos quieren deliberadamente infundir. Todo lo contrario. Se trata de ayudar a transformar los temores en indignación y de entender que cuando un Gobierno actúa de este modo es precisamente por su propio miedo a que la respuesta popular termine echándole del poder. Recordemos que gracias, entre otras cosas, a la denuncia del contenido de la reforma laboral, en las recientes elecciones andaluzas y en algún sondeo cercano ha quedado patente que un creciente número de votantes del PP en las elecciones generales están tomando conciencia de su error: sienten que les han engañado.
Que no germinen las nuevas simientes del fascismo depende de la respuesta de los pueblos. En este sentido, hay razones para el optimismo. Tendremos ocasión de hablar de ello.