Y existe un riesgo para la preservación de tal bien: la proliferación de herramientas tecnológicas que permiten el acceso incontrolado a los productos culturales. Una directiva Europa obliga a compensar al autor por la realización de copias privadas; y una ley española, la ley de propiedad intelectual votada por unanimidad en las Cortes Generales, ha concretado tal compensación en la forma de un canon digital sobre determinados soportes e instrumentos. El Gobierno de España procura ahora cumplir la ley rebajando en lo posible el canon establecido sobre CD y DVD. ¿Existen problemas de justicia tributaria en esta figura? Sin duda. ¿Hay alguna alternativa viable que proteja los derechos de autor ante las consecuencias no queridas de los avances tecnológicos? Hasta ahora no se ha planteado. ¿Hemos de seguir buscándola? Desde luego.

Los representantes de los creadores esgrimen argumentos muy claros a favor del canon digital. Se trata de un instrumento útil para resarcir a los autores ante las pérdidas que cada día les producen la realización de copias y la distribución irregular de sus obras. España es el país europeo en el que más descargas de discos y películas se producen en internet: el 58% de los usuarios descargan discos y el 52% películas, por un 37% y un 20% respectivamente de media en Europa. Sin una compensación económica razonable, muchos creadores estarían avocados a cambiar de actividad para sobrevivir. Perderían ellos y perderíamos todos. “Las artes existen para ennoblecer el espíritu, para hacer posible que la humanidad descubra su más alta forma de dignidad y la reivindique para sí”, dice Rob Reimen en la tradicional felicitación navideña de Alfonso Guerra.

Los usuarios de productos digitales hacen uso también de argumentos a tener en cuenta. El primero: el canon es arbitrario e injusto. Grava indiscriminadamente a todos los ciudadanos que adquieren soportes e instrumentos de copia y almacenamiento digital, independientemente de que vayan a utilizarse para copiar obras sujetas a derechos de autor o no. Una lógica similar fue utilizada en su día por los detractores del llamado céntimo sanitario, que grava la adquisición de gasolina para mejorar la financiación de la sanidad pública.

Otro argumento más: nadie garantiza que el dinero recaudado se utiliza adecuadamente. Falta transparencia en el funcionamiento de las sociedades de gestión de derechos. Y el criterio de distribución de recursos entre los creadores es discutible: se reparte en función de las ventas conocidas. Es decir, los autores más necesitados de ayuda para realizar su labor creativa son precisamente los que menos ayuda reciben.

Los fabricantes y vendedores de productos digitales también se quejan con razón. El canon encarece su mercancía y les resta competitividad ante a los productores de otros países y frente a las redes comerciales irregulares, en los “chinos” o en los “mantas”.

El debate, por tanto, no solo es lícito; también es necesario y oportuno. Sin embargo, la actitud de la derecha es reprochable, una vez más. El Partido Popular respaldó en Europa la Directiva que garantiza compensaciones a los creadores por las copias privadas, y también apoyó con su voto la ley española de propiedad intelectual que establece el canon digital. ¿Por qué arremete contra la medida en estos momentos? La razón es tan evidente como poco responsable: los dirigentes del PP pretenden pescar unos cuantos votos entre los críticos con el canon. A pesar de que ellos lo apoyaron en las Cortes. A pesar de que conocen la situación crítica en la que quedarían muchos autores con su desaparición. Y a pesar de que jamás plantearon alternativa alguna.

El canon digital debe aplicarse, a pesar de sus inconvenientes, porque es preciso salvaguardar el bien mayor de la creación cultural. Pero hemos de buscar una alternativa más justa y razonable. Gravar los productos originales y las descargas de Internet para compensar por las copias privadas. Asegurar que las sociedades de gestión distribuyen los recursos de forma reglada, controlada y transparente, respaldando no solo a los autores que venden sino también, y sobre todo, a los que necesitan ayuda para crear y hacer llegar al público su obra. Quizás sea este el camino…