Vivimos, los de afuera, bajo la norma votada por el PP y el PSOE del voto rogado. Cumplí como otros tanto ciudadanos, ojalá sean centenares de miles, con la obligación de solicitar de mi junta provincial electoral el envío de las papeletas y sobres para poder ejercer mi derecho constitucional de voto.

Y entonces empezó el suspense. En la carta que nos pedía que rogásemos el derecho de votar, como si la Constitución no hubiera establecido que era un derecho absoluto, se nos informaba que antes del 5 de Mayo, o el 13, si había impugnación de candidato, recibiríamos el material necesario para votar. Pasó el 5 y el buzón estaba vacío. Paso el 13 y el buzón estaba vacío. Alarmado llamé a mi Consulado y me contestaron que no me preocupara, pues, según lo que sabían, nadie, absolutamente nadie había recibido las papeletas para votar.

El voto debía hacerse en el Consulado los días 21 y 22. El 19 no había llegado nada. Por fin el 20, un día antes del plazo para poder enviar mi voto al consulado llego el divino sobre de la divina junta electoral provincial, en mi caso, de Madrid. ¡El 21 conseguí votar!

Cuando llegué al Consulado, por suerte vivo en la misma ciudad, no sé lo que hubiera ocurrido si hubiera vivido lejos de una oficina consular, había cola para votar. En ella, y entre los funcionarios el tema de conversación era que fulano no había recibido el material para votar, ni mengano. Otro tenía en su buzón el material de otro compatriota, con lo cual el error se cargaba dos votos. Los funcionarios lamentaban que el retraso iba a impedir a muchos ciudadanos enviar el voto al Consulado, claro que si lo habían recibido….

Está probado que el nuevo sistema de voto rogado ha provocado un bajón tremendo en la participación. Primero porque muchos no se deciden a rogar el voto, segundo, y así se comprobó en las últimas elecciones generales, porque decenas de millares de votantes no recibieron el material para ejercer su derecho.

Hace unos meses se ha planteado en las Cortes una iniciativa para suprimir el voto rogado. Pero ya es tarde para muchos y desde luego nadie sabe si prosperará antes de las próximas elecciones.

Es tanto más triste que por todos los conductos, Instituciones de emigrados, Consejo de la Emigración, intervenciones personales acerca de diputados, se había señalado no solo la vulneración inadmisible de los derechos de los residentes en el extranjero, sino también el resultado pésimo sobre la participación en las elecciones. No solo ‘Sus Señorías’ no oyeron los consejos de quienes algo sabían de este tema, sino que las juntas electorales multiplicaron los errores en los envíos, aumentando así el desastre.

La abstención es un cáncer que roe implacablemente la Democracia. ¿Cúal ha sido la locura que ha llevado a votar una ley que la propicia de tal forma? ¿Es tan complicado rectificar?