Cuando faltan menos de dos meses para las Elecciones Generales del 20 de diciembre, y las incertidumbres del resultado sacuden todos los cuarteles generales de las fuerzas políticas y económicas, se puede afirmar sin temor a equivocación que la España del año 2015, es una sociedad fracturada y con profundas heridas sociales, donde la desigualdad ha alcanzado los niveles más altos de las últimas tres décadas, según el informe de la OCDE Todos Juntos ¿Por qué reducir la desigualdad nos beneficia? Muchas familias no ven salidas ni soluciones a corto plazo, y es necesario no solo que las vean y recuperen la esperanza, sino que se materialicen en forma de trabajo decente y bienestar.

Esta situación, que sufren en carne propia millones de españoles, y especialmente niños, es vista con preocupación por la mayoría de la población, que es consciente de la existencia de un grave problema de exclusión social, que no solo aumenta en número sino que empeora en cuanto a las circunstancias de quienes la sufren. Esta es la realidad de un país, que ve como también es cierto que mejoran algunos datos económicos, pero que precisa de un Presidente del Gobierno que sea consciente del sufrimiento y lo combata, más allá de ser un mero locutor de cifras alejadas de la vida real de la gente.

Hoy, en los países de la OCDE, la población en el 10 por ciento superior de la escala de ingresos gana 9,6 veces lo que gana la población en el 10 por ciento inferior. En la década de los 80, la proporción era de 7 a 1, en la de los noventa de 8 a 1 y en la primera década del siglo XXI de 9 a 1. Para los que tengan un mínimo de sensibilidad es terrible el impacto sobre la cohesión social, es decir, sobre la vida presente y futura de las personas. Pero para los que han sustituido los sentimientos y la empatía por los números, es también espantoso comprobar, en su lógica economicista, como el incremento de la desigualdad menoscaba el crecimiento económico a largo plazo. La OCDE ha estimado que el aumento de la desigualdad de ingresos en el periodo comprendido entre 1985 y 2005 ha provocado una reducción de 4,7 puntos porcentuales del crecimiento acumulativo entre 1990 y 2010.

Aunque algunos no quieran verlo, nos adentramos en una etapa donde se van a producir escenarios crecientemente problemáticos, tanto a nivel social y político como económico y laboral. Cuatro años de Gobierno del PP en España han dejado un reguero de victimas abatidas por la crisis, la austeridad y los recortes. Y la pregunta ahora, es saber si los líderes políticos y las élites económicas van a estar a la altura de las circunstanciasactuales, para superarlas y viajar a un futuro de mayor bienestar, más que a un pasado de penurias. Esa es la clave, o debería serlo en estas elecciones.

¿La precariedad y la vulnerabilidad social a las que antes no estaban acostumbrados millones de españoles de clase media, han venido para quedarse durante años o, por el contrario, habrá un nuevo Gobierno que las combata y las elimine? Esa es la responsabilidad de los ciudadanos con su voto.

¿La problemática de la pobreza y la exclusión social serán situadas en primer plano de la agenda política del próximo Gobierno para su corrección, o solo serán cuestiones que preocuparán pero no ocuparán? Esa es la responsabilidad de los ciudadanos con su voto.

¿El deseo de los ciudadanos de mayor intervención del Estado en la economía para que prevalezcan las políticas orientadas a la igualdad y la solidaridad, junto con un papel más protector hacia las personas se hará realidad tras las elecciones, o primará la desregulación y un Estado espectador de la vida económica y social? Esa es la responsabilidad de los ciudadanos con su voto.

Estos años de crisis han generado, y continúan haciéndolo, un estado de frustración, de incertidumbre, de inseguridad y de miedo en millones de españoles. Por ese motivo, es preciso explicar e informar a los ciudadanos que si no hay cambios en las políticas y en las prioridades; si no hay cambios en la manera de gestionar las consecuencias económicas y sociales de la crisis, es probable que más personas, que más familias, incluso ellos mismos, pasen a sufrir situaciones de pobreza o tengan que sobrevivir al límite, cada vez más precariamente.

Como señala Goran Therborn, la desigualdad es una violación de la dignidad humana, una negación de la posibilidad de desarrollo de las capacidades humanas. En estas elecciones, está en la mano de los votantes acabar con ella. Porque esa es la responsabilidad de los ciudadanos con su voto.