La decisión de Hillary Clinton de luchar por la Presidencia de los Estados Unidos abre perspectivas políticas y culturales inéditas en la historia de ese país. Muchas naciones a las que los ciudadanos norteamericanos consideran menos desarrolladas y avanzadas ya han tenido Presidentas y Jefas de Gobierno, en Europa, en Asia, en América Latina e, incluso, en África. ¿Por qué no en Estados Unidos?
Las mujeres norteamericanas tienen una notable influencia a nivel microsocial, en la familia y en las organizaciones e instituciones de base. Incluso, hay quien sostiene que, en el fondo, Norteamérica es un “matriarcado”. Pero, ese fondo social y cultural no se traduce a nivel público. ¿Por qué? Sin duda, por razones muy diversas, pero una de ellas es el papel militar prevalente que ha venido desempeñando Estados Unidos en el siglo XX. Ese papel ha contribuido a fijar la imagen de liderazgos políticos muy militares, muy “machos”, o muy “rancheros”, en la actual presentación de Bush II.
Sin embargo, las últimas elecciones de noviembre han demostrado que algo está cambiando en la sociedad norteamericana. El giro político registrado ha llevado, por primera vez, a una mujer a la Presidencia del Parlamento. ¿Significa esto que los norteamericanos están hartos de tanta guerra y de tanto “machismo” arrogante en política exterior y piensan que son necesarios matices “más femeninos” y más constructivos en su política? Es posible. No deja de ser significativo que los dos puntos fuertes que Hillary Clinton ha destacado en su declaración pública se relacionan con aspectos muy vinculados con este trasfondo cultural: la guerra de Iraq y el establecimiento de un sistema público de salud.
Frente a tales enfoques, que obviamente no conciernen sólo a las mujeres, el núcleo duro del partido republicano puede tender a reforzar la imagen de sus componentes más belicosos, intentando convencer a la opinión pública de que un país en guerra (contra el terrorismo, contra el islamismo, ¿contra Corea y China?, etc.) necesita un Presidente-Guerrero y no una Presidenta-cuidadora y pacificadora, en suma un Presidente-patriarcal y no una Presidenta-matriarcal.
Los viejos maestros de la teoría de las elites hablaron de ciclos de circulación de las elites desde los modelos de los “zorros” a los “leones”. Quizás, hoy en día habría que hablar de la necesidad de un cambio desde el modelo de los “guerreros” al modelo de las “conciliadoras”, en un contexto cultural más de fondo, en el que la “razón de la fuerza” tienda a ser desplazada por la “fuerza de la razón”. Y, en este contexto, en contra de lo que piensan algunos, mujeres como Nancy Pelosi y Hillary Clinton pueden contar con la ventaja del viento a favor de importantes corrientes históricas y culturales que pugnan por hacer prevalecer la lógica de la paz frente al ruido de los “tambores” de guerra.
Habrá que permanecer atentos, pues, ante una campaña electoral en la que están implícitos más aspectos de los que a primera vista puede parecer.