Los únicos hechos contrastados hasta ahora consisten en la matanza de cientos de seres humanos en Siria por medio de agentes químicos por identificar. Algunos gobiernos responsabilizan de la masacre al régimen de Al Asad, sin que hayan presentado públicamente prueba alguna. Otros gobiernos niegan la autoría de Al Asad, y la gran mayoría desconoce qué ha ocurrido realmente. Los inspectores de la ONU aún no han emitido conclusiones y se duda de su capacidad para un veredicto definitivo sobre la autoría. No obstante, las Administraciones de los Estados Unidos y de Francia han dado a conocer su decisión unilateral de “responder con contundencia” al “traspaso de esta línea roja moral” en el incumplimiento de la legalidad internacional, mediante una “acción limitada” de bombardeos selectivos sobre instalaciones del gobierno sirio.

Estos hechos generan inmediatamente una catarata de cuestionamientos bien fundamentados. ¿Por qué la matanza de cientos de inocentes con gas constituye una transgresión moral mayor que la matanza de cientos de inocentes a bombazos o a machetazos? ¿Qué legitimidad tienen quienes proclaman “líneas rojas” en Siria pero no lo hacen con las agresiones de Israel en Gaza, por ejemplo? ¿Por qué hay que dar más fiabilidad a las acusaciones de la CIA y el Mossad contra Al Asad que a las exculpaciones de los servicios secretos rusos? ¿Cabe responder a una ilegalidad internacional con una acción ilegal sin respaldo de Naciones Unidas? ¿Por qué tanta prisa para el cañoneo de Siria sin esperar al informe de los inspectores de la ONU? ¿Ayudará a las víctimas inocentes de la guerra siria el bombardeo de los barcos americanos y franceses? ¿Contribuirá este bombardeo a finalizar una guerra que ha generado ya más de dos millones de refugiados que malviven en campamentos improvisados en países ajenos?

Los engaños masivos en la justificación de la guerra de Iraq han procurado una desconfianza general hacia las motivaciones de los gobiernos que suelen adjudicarse el papel de líderes de la “comunidad internacional”. Y, desde entonces, poco se ha hecho en la ONU, en Washington, en Londres o en París, para vencer esa desconfianza. Más bien al contrario. La reiteración de las imágenes de las víctimas del supuesto gas sarín tan solo conduce a aumentar las sospechas sobre una nueva manipulación en la opinión pública global. Cuando los intereses de Israel se ven amenazados surgen las “causas nobles” para el cañoneo. Cuando los intereses amenazados son otros, las cancillerías nobles se refugian en la legalidad internacional y el bloqueo útil del Consejo de la ONU. Unas matanzas se condenan y magnifican mientras otras matanzas se silencian o justifican. Los terribles dictadores de hoy eran recibidos con himnos y desfiles hasta ayer mismo. Esta semana nos damos golpes de pecho por mil víctimas de un supuesto gas, pero la semana próxima, tras los cañonazos, volveremos a olvidarnos de las cien mil víctimas que caerán por las bombas supuestamente legales y morales.

Claro que hay que reaccionar ante la matanza de inocentes. En Siria y en todos los lugares donde se produzca. Ahora y mañana también. Cuando convenga a Israel y cuando no convenga a Israel. Pero hay que hacerlo conforme a la legalidad internacional, bajo mandato de las Naciones Unidas, y con un propósito legítimo, que vaya más allá del cañoneo puntual de los baluartes militares de aquellos a los que la CIA y el Mossad señalan hoy circunstancialmente como enemigos, pero que mañana pueden ser sus aliados contra otro enemigo circunstancial. La acción de la comunidad internacional debería hacerse sobre el terreno, no a distancia. Con fuerzas de interposición para parar la guerra, no con bombas para generar más sufrimiento. Con corredores humanitarios para proteger a la población, no con explosiones para provocar más muertos y más heridos. Dedicando recursos a alimentar a los hambrientos y a curar a los heridos, no a engordar el reparto de dividendos de las empresas armamentísticas. Pero para esto sí se exigirá un acuerdo en el Consejo de Naciones Unidas.

Que hagan esto o que hagan lo que les venga en gana, como siempre. Pero por favor, que nos ahorren la verborrea falaz de las “líneas rojas morales” y “el afán de proteger a las víctimas”. Ya nos conocemos sus “razones humanitarias”…