Toda política económica, incluida aquella que defiende no adoptar medida alguna desde los gobiernos, responde a un planteamiento ideológico. Ahora bien, hay quienes manifiestan con claridad el ideario desde el que se diseñan las políticas económicas, y hay quienes prefieren evitarlo mediante argumentos supuestamente asépticos. Pero la asepsia no existe en política.
Zapatero ha explicitado su voluntad de ofrecer recetas socialdemócratas para superar los problemas de nuestra economía. Rajoy ha propuesto las recetas conservadoras de siempre, pero ha intentado camuflarlas bajo el epíteto pretendidamente desideologizado de “lo que hay que hacer”.
Bajar los impuestos, disminuir el gasto público y desregular la economía y el mercado laboral. Tal es el recetario que la derecha vende y practica. Estimular la actividad económica y reforzar los mecanismos de protección social para los más desfavorecidos. Este es el planteamiento socialista. Vaya si son diferentes, y vaya si llevan carga ideológica pareja.
Cuando el PP hubo de hacer frente a las vacas flacas congeló las pensiones, el salario mínimo y los salarios de los trabajadores públicos; rebajó la fiscalidad a las rentas más altas; y promulgó el “decretazo” que recortaba derechos a los trabajadores. En esta etapa de dificultad, el Gobierno socialista ha adoptado cerca de cincuenta medidas encaminadas a aumentar la inversión productiva en infraestructuras, en vivienda protegida y en innovación; ha incrementado la cobertura para la protección ante el desempleo; ha comprometido la subida de las pensiones y el salario mínimos; y ha inaugurado ayudas novedosas para el acceso a la vivienda de los más jóvenes.
Los “aprioris” ideológicos son diferentes, las medidas a aplicar son distintas, y sus consecuencias no tienen nada que ver. Con la derecha, las crisis solo son duras para los que menos tienen. Con la izquierda, nadie queda a la intemperie.
Una diferencia más. Ahora entre la derecha española y el resto de la derecha europea. Ningún partido de gobierno o con aspiraciones de gobierno en Europa llama a la desconfianza, al pesimismo y a la crisis, como lo hace el Partido Popular en España. Así seguirán sin “centrarse” y seguirán en la oposición.