Aunque las situaciones y características de Galicia y el País Vasco no permiten una extrapolación exacta de los resultados a nivel nacional, lo cierto es que las urnas reflejan, en grado diferente, el desgaste que están sufriendo los dos grandes partidos políticos españoles. En Galicia la revalidación reforzada de Núñez Feijóo –que es un gran éxito político personal- no debe llevar a perder de vista que, incluso en un feudo tan neto del PP, este partido pierde votos en números absolutos. Por lo tanto, su éxito no es del todo un éxito propio, sino en buena parte un resultado del descalabro sufrido por el PSOE, que da lugar a un nuevo reequilibrio de fuerzas en un contexto de mayor abstención.
En Galicia ha influido, además, el sentido práctico y templado de buena parte del electorado gallego, que tiende a situarse en paralelo al partido que gobierna en La Moncloa. En este caso, un gallego, además.
La irrupción de AGE en escena, que no había sido prevista en tal grado ni por las encuestas pre-electorales –cada vez menos rigurosas y fiables- ni por el olfato de los analistas políticos, es un indicador ilustrativo de la potencialidad que tiene –y puede tener- el voto alternativo y los nuevos movimientos críticos, si estos deciden agruparse y concurrir a las urnas.
El caso del País Vasco también tiene sus particularidades, debiendo destacarse el vuelco hacia las posiciones nacionalistas, con una fuerte presencia del electorado abertzale de izquierdas, que verosímilmente ha captado una parte del electorado obrero y de izquierdas del PSOE.
El descalabro del PSOE en el País Vasco es posible que a algunos les parezca –nos parezca- un tanto injusto, habida cuenta de la gestión y del papel de Patxi López y su gobierno. Pero los hechos son los hechos y de nada vale extrañarse o dolerse. Lo cierto es que el PSOE continúa sufriendo un notable desgaste, que sumado a los desgastes anteriores, revela que algo importante está ocurriendo en este partido, sin que nadie ponga remedio.
En estas elecciones el PSOE ha perdido tanto cuando ha estado en la oposición (Galicia), como en el Gobierno (Euskadi), validando, de alguna manera, el célebre aserto de que “si bien es cierto que el poder desgasta, no es menos cierto que lo que más puede desgastar es estar en la oposición”.
Los datos parecen indicar, una y otra vez, que una parte del electorado potencial del PSOE tiende a distanciarse de este partido, al tiempo que núcleos importantes de las nuevas generaciones y otros sectores sociales progresistas están pasando por encima de los espacios político-electorales en los que el PSOE se mantiene en estos momentos. Si en el seno del PSOE no se entienden estos problemas de fondo y si no se emprende una estrategia clara y creíble de rectificación, es harto probable que se asista a una progresiva sangría multidimensional de un partido político que ha sido uno de los pilares de nuestra democracia y cuyo debilitamiento puede acabar dejando cojo, y huérfano de determinadas representaciones, al actual sistema político. De ahí que la recuperación y estabilización del PSOE sea no sólo un objetivo partidario prioritario, sino una auténtica cuestión de interés nacional.
Por lo demás, habrá que esperar a ver cómo el PNV decanta, en estos momentos, sus posiciones y estratégicas, y si apuesta por un frente independentistas inmediatista, al calor del envite de Artur Mas, o bien si prioriza el objetivo de la recuperación económica y la estabilidad social, como la actual situación requiere. En este caso, e incluso para llegar a este caso, el Partido Socialista de Euskadi, a pesar de su derrota, puede tener un papel importante a corto y medio plazo. Esperemos, pues, que se imponga la sensatez y no se arroje más leña al fuego.