El hecho de que un partido que tiene el 1,4% de los votos y que sólo cuenta con tres senadores –además divididos–, pueda desencadenar una crisis de este tipo, con motivaciones relacionadas con vínculos familiares, supone un agravio muy serio para la buena lógica democrática que afecta a la estabilidad y credibilidad de las instituciones.

Casi todo el mundo sabe que en Italia los gobiernos no duran más de un año como promedio (desde 1946 Italia ha tenido 59 gobiernos) y con frecuencia se nos dice que los italianos están acostumbrados a ello. Pero no se puede desconocer que tales inestabilidades acaban pasando facturas.

El caso reciente de Bélgica, en donde no se ha podido formar gobierno durante meses, ejemplifica también los riesgos de las inestabilidades políticas, especialmente en períodos de intensos cambios políticos e incertidumbres económicas.

Por ello, los ciudadanos esperan de sus representantes políticos comportamientos y actitudes que están en las antípodas de lo que se ha visto en el Senado italiano.