En un Parlamento tan atomizado, y en un país con partidos y coaliciones que se hacen y deshacen con alta frecuencia, Yesh Atid, representa esa clase media más bien liberal y esa mayoría de población habitualmente callada frente al habitual estruendo que en Tierra Santa generan colonos, ultraortodoxos y palestinos indignados. Es saludable que aquella gente vuelva a levantar la voz en un clima social y político en el que lo religioso y lo nacionalista, por lo general en tono radical, parecía determinar la fisonomía de Israel. Son posibles diversas combinaciones gubernamentales, también pero improbable el relegamiento de Israel Beitenau y que Netanyahu no sea Jefe de Gobierno por tercera vez.

¿QUÉ CLASE DE GOBIERNO?

Netanyahu dispone de 45 días como máximo para formar su equipo, que podría residir en una amplia coalición con elementos centristas y seculares o, no excluible tampoco, en escorarse aún más hacia esa derecha cuyo ejemplo más novedoso reside en Neftalí Brennett y su partido Habayit Hayehudi. Su aparición, y su indudable éxito electoral, revelan que en Israel todo extremismo acaba siendo insuficiente y que se intensifica de manera progresiva en la perspectiva de los dos Estados, las eventuales concesiones a los palestinos y la colonización evidente de la Cisjordania ocupada.

Así Netanyahu puede verse ampliamente rebasado a su derecha por religiosos, colonos y nacionalistas radicales, firmemente opuestos a alterar lo que es una especie de apartheid en curso en los Territorios Ocupados, a negociar el futuro de Jerusalen, el retorno de refugiados y las fronteras del Estado Palestino. Si Netanyahu consigue repetir su magistratura y formar su equipo gubernamental en definitiva deberá escoger en ser más extremista o en recoger esas aspiraciones de los sectores progresistas, seculares y árabes, que vuelven al Parlamento con nuevos bríos y cierta esperanza.

EL CONFLICTO QUE VIENE

Hay datos que aconsejarían tal apertura, un nuevo rumbo político para un país y también para una región que no están nunca lejos del próximo conflicto, repetido y sin solución; para un Israel que al continuar con la ocupación militar en Cisjordania pone en grave riesgo el carácter democrático y judío de la nación, encarece el coste de la simpatía internacional y contribuye al crecimiento y la expansión de las semillas del odio, el terrorismo y la desesperación. Con un Oriente Medio en revuelta y una Administración Obama reticente se reduce el espacio, y las justificaciones morales y políticas, de Netanyahu, de sus amigos, y de lo que hasta ahora han significado.

Pero apenas han tenido cabida en los programas electorales los problemas de y con los palestinos, centrándose más bien en cuestiones económicas y sociales y sin olvidar la amenaza nuclear iraní. Parece como si el mundo exterior a Israel estuviera más preocupado de tales cuestiones de lo que lo están los propios israelíes, y como si éstos, es decir, los políticos, se empeñaran en demostrar que todo sigue igual y nada ocurre, de hablar de todo menos de lo que realmente importa e ignorar los secretos a voces y la verdad oculta. Lo cierto es que los éxitos militares y económicos de Israel no han despejado aún esa asignatura pendiente de la paz con los palestinos, esa paz política, cultural y territorial, cada vez más difícil de obviar