La vía posibilista resulta más cómoda y menos arriesgada, pero limita drásticamente las opciones de la izquierda para obtener mayorías electorales y formar gobiernos que transformen la sociedad a partir de valores progresistas. La vía alternativa requiere asumir el vértigo de la contestación al oficialismo económico, con el riesgo de estigmatización que conlleva en el establishment, pero abre la perspectiva de mayorías nuevas para hacer políticas diferentes. La encrucijada consiste en ser izquierda para la transformación o ser izquierda para la analgesia. Izquierda para la alternativa, con todas las consecuencias, o izquierda ibuprofeno, para calmar los dolores que ocasiona el neoliberalismo inexorable. Esta es la cuestión.
La Conferencia Política del PSOE, si logra zafarse del debate estéril sobre los calendarios internos, deberá servir para tomar decisiones en este orden. Podemos ser la izquierda que frena la ley Wert, que combate la privatización de la sanidad pública, que vela por las pensiones y defiende el derecho al aborto. Y estaremos cumpliendo una función social importante, en plena sintonía con nuestros principios. Pero quizás no sea suficiente para que los españoles vuelvan a confiar mayoritariamente en la izquierda para gobernar. Puede que los ciudadanos quieran saber qué ofrece la izquierda para el futuro de un país que se desangra con un paro desbocado (25%), con una deuda pública disparada (100%), una desigualdad in crescendo (tres millones de pobres) y un estancamiento económico prolongado. ¿Nos valen las recetas de la derecha, suavizando sus efectos sociales más notorios? ¿O tenemos recetas propias para salir de esta situación?
La derecha tiene un modelo inequívoco. Consolidación fiscal por las bravas, priorización de los rescates financieros, fuerte ajuste del gasto público, ganancia de competitividad por la vía de devaluar salarios y derechos socio-laborales… Es un modelo duro, que exige sacrificios, y que no ofrece garantías de éxito, ni en términos de eficiencia económica ni, desde luego, en términos de justicia social. Pero se ha ganado la categoría de ortodoxia. Es “lo que hay que hacer”. Entre otras razones, porque pocos se han atrevido a llevarle la contraria, ni desde los gobiernos (Francia también), ni desde las oposiciones. Pero ¿hay otra manera de hacer las cosas? ¿Cabe plantear una alternativa? ¿O solo podemos aspirar a recetar vendas y analgésicos para hacer más llevadero el sufrimiento?
Los resultados de una eventual alternativa de fondo desde la izquierda son una incógnita, desde luego. Pero lo que es seguro es que la socialdemocracia europea, si se acomoda a ser el subalterno que dulcifica las políticas de la derecha, se convertirá a medio plazo en una fuerza social y políticamente irrelevante. La historia demuestra que las renuncias ideológicas constituyen el antecedente lógico para las derrotas políticas y los retrocesos electorales. Los ciudadanos siempre prefieren el original a la copia, aunque venga cargada de analgésicos.
¿Cómo construir esa alternativa en Europa? Podemos comenzar proponiendo una docena de medidas serias y valientes para salir de la crisis, con un desarrollo sólido, pero sin renunciar a la igualdad social y al respeto de los derechos de ciudadanía que nos ha costado siglos conquistar. Nada radical, que no hayan defendido economistas de prestigio o que no hayan acreditado con éxito otros gobiernos en otros continentes. Por ejemplo las siguientes:
– Un nuevo Bretton Woods para embridar la economía financiera global desregulada.
– La restructuración de la deuda en las economías más débiles, con el respaldo de la UE.
– La financiación directa de empresas y familias a cargo del Banco Central Europeo.
– Un paquete de estímulos públicos para la inversión productiva a escala europea.
– Una reforma fiscal ambiciosa y armonizada que garantice suficiencia y acabe con el fraude.
– Un programa de apoyo masivo a la educación, la logística y la I+D+i, como alternativa competitiva a la devaluación en salarios y derechos.
– Un plan de industrialización con respaldo a sectores con potencial competitivo.
– Estudiar la oportunidad de una devaluación del euro frente al dólar.
– Establecimiento de fórmulas de reparto del trabajo sin pérdida de derechos.
– Aplicación de la renta básica de ciudadanía a escala continental.
– Ejecución de la regla 1/12 para que ningún empleado cobre en un mes más de lo que otro empleado de la misma empresa llega a cobrar en un año.
– Un programa de bienestar social e igualdad, de ámbito europeo, que asegure la garantía de los derechos sociales básicos y la lucha contra la pobreza y la exclusión.
Además, el abuso del ibuprofeno daña el hígado.