¿Acaso quién está libre de tirar la primera piedra? ¿Existe alguien completamente honrado para no haber pecado de querer enriquecerse de forma ilícita o de ambicionar el poder a costa de lo que fuera? Ésta es la triste sensación que se ha impuesto en nuestra sociedad, donde ser honesto equivale a ser tonto, que “todos haríamos lo mismo” buscando una complicidad que exculpe a los culpables, “que total son tres o cuatro trajes” porque el despilfarro y la corrupción que sí ha existido en la Comunidad Valenciana ha estado avalada con los votos populares que ha otorgado mayorías absolutas. ¿Quién se atreve a decir que Camps es culpable cuando él prometía un país de las maravillas? ¿Acaso no nos hizo sentirnos felices en la mentira?

El problema real es que la inmensa mayoría leíamos las noticias, sabíamos que ocurrían cosas muy raras, veíamos las extravagancias carísimas del gobierno popular, pero mirábamos hacia otro lado, porque muchos pensaban que eso sería bueno para su propia prosperidad. En esa tesitura psicológica-social de haber sido “cómplice con el voto” del desfalco que vive esta Comunidad, de haber seguido adelante en el juego sucio a cambio de una prometida prosperidad, resulta muy difícil inhibirse y declarar culpable a un Presidente que, ni más ni menos, ha sido quien ha representado al conjunto del pueblo.

La sociedad ha asumido que la corrupción está presente en nuestro interior individual, que rige nuestro comportamiento social, y que ha encontrado su acomodo en la política.