De forma inmediata recibí todo tipo de descalificaciones. La derecha me tachó de “cacique”, la izquierda que colaboraba con Blesa me equiparó a un “Napoleón castizo”, y hasta los amigos afearon mi imprudencia. A unos y otros expliqué mi intención de ser transparente en el propósito de mis actos. Blesa no reunía ni los principios ni las capacidades precisas para hacer un buen trabajo, y tras las últimas elecciones autonómicas y municipales existía una mayoría alternativa en la Asamblea General de la Caja.
En realidad, como todo el mundo sabe, Blesa siguió siendo presidente de Caja Madrid, y yo ni tan siquiera llegué a tomar posesión de la presidencia de la Comunidad de Madrid, a pesar del voto mayoritariamente favorable de los madrileños. Pero no me arrepiento, ni de la transparencia ni de la decencia. Es más, cuando días después de aquello el PP insistió en retribuir al inefable Romero de Tejada, uno de los muñidores de la compra de Tamayo y Sáez, con un puesto sabroso en la comisión ejecutiva de la Caja, di instrucciones precisas para que los representantes socialistas salieran de este órgano.
Los escándalos que en estos días salpican las portadas de los medios de comunicación confirman lo que siempre denunciamos. En la Comunidad de Madrid viene operando desde hace muchos años una gran trama de corrupción y saqueo con raíces muy profundas en los ámbitos institucional, empresarial y financiero. Unos pocos han disfrutado espuriamente de protagonismo político, otros se han enriquecido salvajemente, pero la gran mayoría de los madrileños han padecido las consecuencias con un modelo productivo obsoleto, un grave deterioro social y una democracia adulterada y tramposa.
Hoy pasamos vergüenza comprobando cómo algunos utilizaban la Caja de todos para manejos turbios y latrocinios apenas simulados, cómo repartían créditos millonarios a empresarios insolventes, cómo pseudobrókers de alta cuna y baja estofa pretendían obtener comisiones millonarias colocando mercancía defectuosa… Certificamos también cómo utilizaban los despachos de la Caja para las peleas entre banderías en el seno del PP, mientras arruinaban impunemente a miles de pequeños impositores con la trampa mezquina de las “preferentes”.
Aún recuerdo la obsesión de los dirigentes de la Caja y sus padrinos en el PP para gastar decenas de millones de euros en un “obelisco” a erigir en la madrileña plaza de Castilla. Nos opusimos firmemente a aquella barbaridad, invitando a Blesa y compañía a invertir ese dineral en el mantenimiento de los equipamientos sociales y culturales con que antaño obsequiaba la Caja a los madrileños más necesitados. No nos hicieron caso entonces, ni en las demás ocasiones en que denunciamos su conducta.
Con todo, quizás la peor consecuencia de los manejos arteros del PP en Caja Madrid ha estado en la estrategia de acompañamiento a un modelo económico fundamentado en la especulación y el pelotazo. Especulación urbanística, pelotazos inmobiliarios, asalto a las arcas públicas vía privatización de servicios, macroperaciones fallidas como el Parque Warner…, en lugar de financiación para la industria, crédito para los emprendedores y respaldo para universidades o I+D+i.
El primer reproche que merece Caja Madrid es el de su complicidad con los sucesivos gobiernos de la Comunidad de Madrid para instaurar una dinámica económica que ha debilitado nuestro modelo productivo, que ha perjudicado nuestra competitividad, y que solo nos ha traído paro y empobrecimiento. Cuando el espejismo de la especulación inmobiliaria se ha desvanecido, ha quedado al descubierto la triste verdad de un Madrid más atrasado y más pobre.
Para colmo, el desastre de Caja Madrid ha servido de coartada para que el propio gobierno nacional del PP haya promovido en estos días también el finiquito del modelo de Cajas de Ahorros, que ha proporcionado buenos dividendos a la sociedad española en muchos territorios, como en Aragón, en el País Vasco o en Cataluña, por ejemplo. Y algunos desaguisados también en otros sitios, como hay que reconocer.
Ahora quedan tres tareas por hacer. Primero aclarar lo sucedido hasta sus últimas circunstancias, caiga quien caiga. El PSOE ha promovido una comisión de investigación en el Congreso de los Diputados para ello. Segundo, exigir responsabilidades a quienes las tienen en este desaguisado. Y en tercer lugar, trabajar duro para que en el año 2015 podamos contar con gobiernos, en Madrid y en España, que impulsen un desarrollo sólido, justo y, ante todo, limpio.