El clima que se vivió en Washington fue, desde luego, de los que hacen época y, una vez más, Obama hizo gala de notables capacidades oratorias.

El 20 de enero se prometió nada menos que el inicio de una nueva era histórica. Algunas personas sencillas nos contentaríamos si, al menos, se iniciaran nuevas políticas económicas y sociales y se abandonaran las estrategias depredadoras y de dominación internacional de los últimos años. Veamos si se avanza en esa dirección.

Un elemento curioso en todo lo que concierne a la elección de Obama es la sensación de que estamos ante algo sorprendente, ante un hecho histórico – como se dice hasta el aburrimiento. Pero, ¿de qué nos sorprendemos realmente? ¿De que un ciudadano inteligente honesto y bienintencionado pueda ser elegido y demuestre que lo que se dice en la Constitución no es papel mojado? ¿De que en un país libre la mayoría pueda decidir libremente?

En realidad lo que nos tendría que sorprender es que personajes como Bush y Cheney hayan podido llegar a ser Presidente y Vicepresidente y que hayan ejercido el poder como lo han hecho. Eso sí que es causa objetiva de sorpresa y estupefacción. El problema es que hemos llegado a estar tan influidos por determinadas estrategias de dominación y de adoctrinamiento opinático-comunicacional que nos parece lógico y normal que nuestros “jefes” sean personajes poderosos, atrabiliarios y malvados, mientras que nos resulta sorprendente que alguien normal y que no forma parte de las oligarquías del poder pueda llegar a ser Presidente de los Estados Unidos. Curioso ¿no?