Finalmente compareció. ¿Y qué quieren que les diga? Hace ya tiempo que no espero nada de Rajoy, pues ha demostrado que nada puede ofrecer. Es incapaz de actuar políticamente, es incapaz de resolver asuntos, es incapaz de responder a los problemas, sólo sabe dejar que el tiempo pase a ver si las cosas se solucionan solas. ¿Y qué ocurre si no se solucionan como pasa en Catalunya? Pues que Rajoy titubea, guiña el ojo debido a los nervios, se enreda en elucubraciones pastosas, y, sólo sabe esperar a que otros le solucionen la papeleta, en este caso, el Tribunal Constitucional.

Dice Josep Ramoneda que Rajoy es “un presidente varado”. Y tiene toda la razón, pero hay algo más, o al menos lo que yo percibí en esa rueda de prensa. Sentí como si Rajoy no fuera el presidente de mi país, como si estuviera viendo una rueda de prensa antigua, de otros tiempos, con una estética de antaño, con un lenguaje político de épocas pretéritas. Rajoy me pareció un presidente, claramente amortizado, que practica una política vieja.

Veo el movimiento vertiginoso de una sociedad que exige cambios, que hará con su voto lo que le dé la gana, que está harta de pantomimas, de corbatas ajustadas, de puestas en escena, de marketing y publicidad, de palabras grandilocuentes y enrevesadas, de peleas estériles que no apasionan.

De lo que no se ha dado cuenta el PP (ni tampoco otros dirigentes políticos) es que la sociedad española ha cambiado. Si algo ha servido esta crisis es para despertar del sueño del milagro económico y para recuperar la decencia. Y la decencia no significa solamente no robar y no ser un corrupto (que eso se daba por descontado, aunque hayamos descubierto que estábamos sentados sobre un polvorín –más bien un volcán– de inmundicia), sino significa también asumir la responsabilidad, ser un buen profesional, enfrentarse a los problemas, trabajar con honestidad, y decir las cosas claras.

La sociedad exige Política. Desde hace mucho tiempo, desde que se cultivó intencionadamente la cultura de la indiferencia para anestesiar a los españoles, no se había visto un despertar tan masivo y constante. Llevamos varios años donde el virus de la Política se está colando –afortunadamente– en los hogares españoles, se habla y se opina, se lee y se informa, se exige y se vota. Y al PP ya no le valen las recetas antiguas que impulsaron a siniestros personajes como Matas, Camps, Bárcenas, y un sinfín más.

Antiguo y pasado de moda resultó Rajoy en su comparecencia; antiguo y pasado de moda resultó Alfonso Grau, el vicealcalde de Valencia, con un tono insultante, creyendo que es el rey del mambo, por haber hecho y deshecho lo que le ha dado la gana durante 20 años; antiguo y pasado de moda resulta que Esperanza Aguirre pretenda hacer “concurso” de candidatos, como si la modernidad siguiera siendo el marketing pepero; antiguo y pasado de moda resultan las amenazas de la vicepresidenta a los catalanes; y antiguo y pasado de moda son los viajecitos de Monago con dinero público sin querer rendir cuentas.

No es esa la política que se espera. Si el problema catalán sólo sabe resolverse utilizando la Fiscalía como instrumento del Gobierno central, ignorando a dos millones de personas, instrumentalizando a los que no votaron como si fueran favorables al PP, y para postre, nombrando al asesor de imagen de Sánchez Camacho como responsable de la Televisión Española en Cataluña, es que no se han enterado de nada, o no saben hacer nada, o se demuestra que no existe talante democrático, o nuestro Presidente es un puro despropósito (que también es probable y posible, sin necesidad de utilizar método científico que lo demuestre).

Hay dos formas de hacer política en estos momentos: una antigua que está “varada” sin resolver problemas de forma política y que continúa con las pantomimas, los amiguismos y las manipulaciones; y una nueva forma, con otro discurso, con otra estética, con otras personas, con otra generación de edad y de acción, con otra articulación política.

Lo que está en juego en las próximas elecciones no es solamente si el PP está siendo un inepto frente a los problemas actuales de España, sino un cambio del sistema de representación política actual.