Además, el saneamiento de las cuentas públicas hacía que el sector público tuviera márgenes de maniobra para actuar, lo que contrastaba con los grandes déficit públicos de la economía más poderosa del mundo.

La globalización financiera ha transmitido el virus, y en los momentos presentes mientras las economías más fuertes de la zona euro están al borde de la recesión, la economía de Estados Unidos comienza a crecer, lo que de momento parece que le aleja de la recesión, lo contrario de lo que aquí sucede. ¿Qué es lo que está sucediendo para que esto sea así? No resulta sencillo encontrar una respuesta, pero si observamos el comportamiento de las economías alemana, francesa, del Reino Unido y española, todas padecen los mismos males: el sector de la construcción es el que está sufriendo una mayor caída en su actividad, y este arrastra al resto en la caída de la demanda y consiguientemente de la producción. Aparte de las dificultades que atraviesa el sistema financiero como consecuencia de su vinculación estrecha con todo el sector inmobiliario, la economía europea también está siendo muy sensible a la subida de los precios del petróleo y de los alimentos. Un descenso en la bajada del precio del petróleo, como está sucediendo ahora, supondrá un alivio que puede evitar la recesión.

La economía de la Unión Europea está demostrando una gran vulnerabilidad a los choques externos y a la propia dinámica interna del sector inmobiliario. No obstante, se han dado por parte de la Reserva Federal y del Banco Central Europeo dos respuestas diferentes ante esta situación. Mientras la Reserva Federal ha reaccionado bajando los tipos de interés, inyectando liquidez en el sistema, el Banco Central Europeo ha subido los tipos creando problemas de liquidez que en estos momentos están agobiando al mundo empresarial y las economías domésticas.

La actuación del Banco Central responde al intento de frenar la inflación y cumplir así el mandato que tiene de estabilizar los precios. Pero el problema surge de que el crecimiento de los precios que se está dando en todos los países, aunque con procesos de incremento muy desiguales, no está causado por el exceso de liquidez que incrementa la demanda y crea tensiones sobre la oferta, sino que es consecuencia del alza de los precios del petróleo y de los alimentos. Por lo que la medida del Banco Central no va a la causa de la inflación y lo que está haciendo es dificultar más las cosas. Me imagino que la posición de los sesudos hombres que con el gobernador a la cabeza dirigen una institución que se pretende que sea intocable responde a la idea de que, si bien el origen de la inflación es otro y no el precio del dinero, existe el peligro de aumentar más la inflación si se lleva a cabo una política monetaria expansiva y no contractiva. Es posible, además, que piensen que una bajada de tipos pueda engordar más la parte enferma del sistema financiero y de la economía y no se contribuya a su saneamiento.

Sin embargo, aunque hay que contemplar todas las posibilidades, los resultados de las políticas monetarias distintas seguidas en Estados Unidos y en Europa difieren notablemente. De modo que ahora el enfermo contagiado está peor que el que ha contagiado. La medicina de bajar tipos da la impresión que ha sido más adecuada que la de subirlos. No pretendo con ello decir que toda la situación económica se pueda explicar por la política monetaria, simplemente es un factor más que nos debe servir para reflexionar, en un momento en que el euro se enfrenta a la primera gran crisis desde que se implantó. Se encuentra ante una gran prueba de fuego, y por el momento no parece que esté respondiendo bien ante ella.