El número de diciembre de la revista francesa “Alternatives Economiques” tiene un titular bastante significativo: “¿Hasta dónde?” Esa es la pregunta a la que nadie sabe contestar. Tampoco existen recetas adecuadas para combatir la crisis y sólo se aspira a atenuar sus efectos más perniciosos. Las actuaciones practicadas, además, se han mostrado erróneas. En un primer momento la Reserva Federal trató de atajar los primeros síntomas de la crisis financiera con inyecciones de liquidez bajando los tipos de interés, y si bien eso valió para remediar algo la primera embestida, enseguida se pudo comprobar que no era así, pues se estaba no sólo ante un problema de liquidez sino de solvencia. El sistema financiero estaba mucho más podrido de lo que las estimaciones más negativas pudieran considerar.
Y mientras Estados Unidos iba en una dirección, la zona euro iba en la contraria, manteniendo unos tipos de interés que dificultaban la liquidez y agravando los problemas de solvencia. Esto trajo consigo disfuncionalidades importantes al haber actuado la Reserva Federal y el Banco Central Europeo de forma tan distinta. Algunos insistimos en la necesidad de bajar los tipos y aumentar el déficit público, pero las autoridades económicas, sobre todo las de este país, se resistían a actuar, manteniendo la ortodoxia cuando estaba cayendo una verdadera tormenta. Se perdieron meses para poder tomar decisiones. Las medidas se improvisan casi cada semana y con la finalidad de tapar los muchos agujeros que están apareciendo sin poder hacerlo en todos ellos.
La situación se deteriora tan deprisa que el último premio Nobel de Economía, Paul Krugman, en el discurso que pronunció al recibir el premio señaló que las cosas suceden tan rápido que cuando se toman las medidas ya se han quedad obsoletas. No hay salidas inmediatas ante tal cúmulo de dificultades. Y lo que es peor es que la izquierda a su vez se encuentra desorientada y sin capacidad de respuesta. Tanto tiempo hablando de la crisis del capitalismo y ahora que llega la más importante y grave que hemos vivido nuestra generación y la anterior y resulta que no se sabe qué decir o hacer. Esta falta de alternativas afecta a la izquierda de numerosos países, pero adquiere suma gravedad en el nuestro.
El partido socialista en el Gobierno se encuentra atrapado por la práctica de una política económica muy convencional, que no ha sido capaz de sentar las bases de otro modelo de crecimiento. Ahora, son los hechos los que marcan la agenda y si se rompe la ortodoxia es por eso, porque la necesidad obliga, o bien como imitación de lo que otros países están haciendo. Sus resultados están siendo o van a ser más bien escasos. La improvisación se paga y el retraso en tomar medidas también. Izquierda Unida se encuentra sumida en una crisis interna de tal calibre que le impide hacer un análisis serio y sereno sobre la situación económica y ofrecer en consecuencia propuestas realistas y factibles. Otras fuerzas minoritarias, como la que se acaba de crear bajo el nombre de Partido Anticapitalista, surgido de la escisión de Izquierda Unida denominada Corriente Alternativa, ni siquiera se sabe de su existencia y no tiene ni el atractivo ni el encanto de sus homólogos franceses.
De todos modos, lo que más llama la atención es el silencio de los sindicatos mientras se destruye empleo a una velocidad de vértigo, al tiempo que se limitan las oportunidades de creación de nuevos puestos. No se sabe qué dicen o qué piensan ante el deterioro de la situación, que afecta como siempre a los más débiles. Otro tanto sucede con los movimientos sociales, incapaces de denunciar y de movilizar. ¿Dónde está ATTAC? En el momento en que muchas de sus predicciones se están cumpliendo, tampoco está presentando propuestas para remediar los males de esta fase del capitalismo. La izquierda se encuentra desnuda y desarmada ante la crisis de un modelo capitalista neoliberal sustentado en la globalización, la desregulación y la privatización.
Hace falta crear un nuevo paradigma como sucedió en la crisis de los treinta, pero eso no podrá hacerlo un economista solo, sino que deberá salir de propuestas colectivas, y en esto la izquierda tiene mucho que hacer para evitar que vuelvan los fundamentalistas de mercado.
En fin, a pesar de todo, que tengan ustedes una feliz navidad, con lecturas, música, cine, teatro y exposiciones.