Desde hace más de un lustro en este mismo foro venimos alertando sobre las difíciles circunstancias que atraviesan los niños en nuestro país. Los casos de una madre que ilustraba el bocadillo de su pequeño con pan con pan, los de críos desnutridos que se desmayaban en sus escuelas por no haber ingerido cena o desayuno alguno, o el de unos padres que se vieron obligados a dejar a sus hijos al amparo de los servicios sociales de su localidad ante la imposibilidad de atenderles, saltaron a los medios de comunicación produciendo un profundo malestar ante una realidad tan injusta como infame, que nos retrotrae a etapas oscuras de nuestra historia. Años después de estos tristes sucesos, la situación de la infancia ha empeorado.

El recientemente aparecido informe Infancia, pobreza y crisis económica de la Caixa, en sintonía con los datos del INE, de Eurostat, de Unicef y de Save de Children, confirma que cada vez hay más pobreza infantil en España y que con la crisis económica han aumentado las posibilidades de que se cronifique.

Los factores que inciden sobre la misma son: la composición del hogar (fundamentalmente afectados están aquellos en donde ambos progenitores están en paro (1.793.601, según informaciones de la EPA del primer trimestre de 2015, ascendiendo la tasa de pobreza al 60,7%), el vivir en hogares monoparentales o en familias numerosas (ostentan las tasas de pobreza y exclusión social más elevadas del conjunto de los hogares); la zona geográfica de procedencia, la variable inmigración, la vinculación de los padres/madres con el mercado laboral (tipo de contratos, trabajos basura, paro, desempleo…); los costes de la vivienda para la unidad familiar (según el Consejo General del Poder Judicial la tasa de endeudamiento de las familias asciende al 77%); la reducción en las ayudas económicas a la infancia y a sus familias (si en 2009 la partida de los Presupuestos Generales del Estado dedicada a la “Atención a la infancia y a las familias” alcanzó los13.540,53 miles de euros, en 2015 se redujo a 4.188,38) y, en general, los recortes de partidas económicas públicas que les afectan particularmente (fundamentalmente las relativas a la educación, la sanidad y los servicios sociales).

Los resultados del estudio de la Caixa no dejan lugar a dudas, uno de cada tres menores vive por debajo del umbral de la pobreza (lo que se traduce en que su familia percibe menos del 60% de la mediana de ingresos, 780 euros al mes en el caso de las familias monoparentales y 1.264 para una pareja con dos hijos) y uno de cada diez es pobre severo (su familia subsiste con menos del 30% de la mediana de ingresos, sería el caso de un niño que vive con sus padres y un hermano y cuyos ingresos no superan los 630 euros al mes). Además, entre 2004 y 2012 la pobreza relativa entre los niños ha experimentado un aumento en casi tres puntos, habiendo pasado del 25,4% al 28,9%.

En este mismo sentido, el informe bianual de Unicef La infancia en España 2014 puso sobre la mesa que el 23,3% de las familias con uno o dos hijos viven bajo el umbral de la pobreza, el 46,9% entre las numerosas. Lo anterior se concreta en que 2,3 millones de chavales (el 27,5% del total) se desenvuelvan bajo parámetros de pobreza relativa y ha dado lugar a que sea el sector poblacional más empobrecido, y con más dificultades para llegar a fin de mes. Asimismo, Unicef plantea que nos encontramos muy alejados del porcentaje del PIB que dedica la media de los países europeos a políticas de protección de la infancia (2,2% frente al 1,4%). Y denuncia que los recursos económicos dispuestos para prestaciones a familias precarias son de los más bajos de la Unión Europea (0,5% de nuestro PIB en 2011, frente al 1,4% en la Unión Europea).

España es el segundo país con más niños pobres dentro del contexto europeo, tan solo superada por Rumanía, resultando cuanto menos sorprendente que desde algunos púlpitos políticos se hable con tanto optimismo del crecimiento económico cuando tantos y tantos infantes no pueden satisfacer sus necesidades más básicas e incluso facetas personales de naturaleza relacional/emocional, hechos que, sin duda, les dejarán huellas irreparables.

En un comunicado de hace varios meses, la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (SESPAS) afirmaba que la exposición en la infancia “a situaciones de privación y desigualdades… (se vincula a) peores resultados en salud a corto y medio plazo… (de forma que) cuanto más precoz es la exposición, más irreversibles y negativos son los efectos negativos”, añadiendo que “hay evidencia de una peor salud general y peor salud mental en los menores de familias vulnerables que requieren ayuda para mantener su vivienda o han sido desahuciados”. En un plano propositivo plantean varias medidas, que estiman combatirían esta lamentable realidad. Por una parte, mantener los comedores escolares abiertos durante todo el año, garantizando con ello su acceso al menos a una comida al día equilibrada. No en vano, según la Encuesta de Condiciones de Vida 2014 un 2,5% de los hogares en los que viven pequeños no pueden permitirse tomar al menos una comida de carne, pollo o pescado cada dos días (0,7% en 2007). Ya en el año 2013, la Sociedad Española de Pediatría planteó que en algunas Comunidades Autónomas existía un problema de malnutrición entre los más pequeños. Asimismo proponen impulsar plazas de educación infantil pública para cubrir todas las necesidades y demandas, evitar los desalojos de familias con chiquillos, impedir cortes de agua, luz o gas en las familias más vulnerables y, en general, acometer las medidas pertinentes para que las madres y padres de familia puedan participar en el mercado laboral bajo condiciones dignas.

También es significativo que, según la Encuesta de Condiciones de Vida 2014, el 10,4% de las familias no celebren el cumpleaños de sus hijos por no poder permitírselo, frente al 6,5 en 2009. Lo anterior se agrava entre las familias de extranjeros no comunitarios (34,7%) y entre los niños que viven en hogares en pobreza severa (27%). Por otro lado, el 11,3% no puede asistir a actividades extraescolares, el doble que en 2009.

Las líneas precedentes han hecho un diagnóstico sobre la pobreza infantil en España en los últimos años, que lejos de mejorar se está agravando, sin que se acometan las medidas de urgencia que requiere un escenario de tal envergadura. Más allá de la transgresión moral que conlleva el violentar la Convención sobre los Derechos del Niño, sería obligado que los que guían las riendas de nuestro país se dieran una vuelta por algunos barrios desfavorecidos y vieran con sus propios ojos el día a día de miles de pequeños que transitan por la incertidumbre, a pesar de sus sonrisas y miradas de esperanza.