En realidad ha empeorado la situación en el caso de los indicadores del mercado de trabajo. En la cumbre citada, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, dejó abierta la puerta a que en dicho país se establezcan nuevas medidas de estimulo. Dicha actuación, de pretender implantarse, puede enfrentarse a una oposición interna bastante más notable que la que en febrero de 2009 tuvo que superar el primer “paquete” de medidas anticrisis de la nueva administración demócrata en dicho país.
Las fuertes divergencias aparecidas en el desarrollo de las reuniones del G-8 pusieron de manifiesto el limitado margen de maniobra de dicho grupo y de los gobiernos nacionales para proceder a efectuar nuevos impulsos a las economías respectivas. Dichos apoyos deberían de realizarse necesariamente por medio de niveles aun mayores de endeudamiento. El propio presidente de Estados Unidos ha subrayado como “gastar más dinero prestado es potencialmente contraproducente”. La canciller alemana, Angela Merkel, se ha manifestado claramente en contra de nuevos aumentos de los déficits presupuestarios, déficits que en el promedio de la Unión Europea alcanzarán el 6% del PIB en 2009. La recesión puede todavía prolongarse más tiempo del soportable.
Si en la cumbre del G-8 ni se ha rozado el acuerdo para actuar de forma conjunta frente a la crisis por parte de los países más desarrollados, tampoco se ha obtenido el avance definitivo en cuanto al establecimiento de topes a las emisiones de CO2. Se aproxima el plazo establecido para firmar un acuerdo que sustituya al ahora vigente en esta cuestión, y lo más avanzado de lo conseguido es un principio demasiado genérico de que en 2050, esto es, dentro de más de 40 años, dichas emisiones de CO2 deberán reducirse en un 50%. Esto último implicaría que los países industrializados reduzcan dichas emisiones en un 80%.
Es posible que en el inmediato futuro las “Cumbres” mundiales se reduzcan en número y que el G-20 ocupe gradualmente los temas hasta ahora tratados en el G-8. Los grandes temas, como son una salida más rápida y segura de la crisis y una reducción efectiva de las emisiones de gases de efecto invernadero requieren de talantes más solidarios y comprometidos que lo que ha sido el tono dominante en el último G-8.