En primer lugar, muchos de los recortes que se están tomando, mandados o no desde Alemania, van más allá del sentido común y de la recomendación de muchos economistas prestigiosos. Pero, además, hay algunas vueltas de tuerca que se ven claramente incomprensibles en relación a la economía, y sólo se entienden bajo el ideario muy conservador del PP, como puede ser el tema del aborto.
Paradójicamente, estos recortes los aplican aquellos Gobiernos del PP que, habiendo generado un despilfarro indecente y una deuda extraordinaria, se atreven a aplicar recetas de austeridad en nombre de la crisis. Esto se hace sin asumir la responsabilidad de gestión de cada uno. La crisis empaña las responsabilidades políticas y nos aúna en una misma forma de hacer y de gobernar, algo tan injusto como todo lo que estamos viviendo en este loco huracán económico. Es el caso de Comunidades como Madrid o Valencia.
La Comunidad Valenciana ocupó portadas y portadas de televisión por los escandalosos casos de corrupción: Gürtel, Emarsa, las basuras, el plan urbanístico de Alicante, los casos de cooperación de Rafael Blasco, la visita del Papa y Canal 9, el caso Urdangarín … ya he comentado otras veces, pero no deja de ser indignante e indecente, que el tercer grupo del parlamento lo componen los imputados del PP, con el escandaloso número de una docena de diputados imputados. Por eso, hay recortes achacables a la crisis y otros que son directamente imputables a la malísima e indecente gestión.
Si ocupamos los telediarios con la corrupción, ahora ocupamos las portadas con la falta de pago: las farmacias de la Comunidad Valenciana han estado meses y meses en huelga sin cobrar y sin poder suministrar medicamentos; Catarroja acumula basuras en sus calles porque a los trabajadores se les paga el insólito salario de 500 euros al mes; se hacen marchas de padres, madres y niños/as para asistir al colegio porque ya no tienen beca de transporte y, por tanto, de comedor; se ha creado una unitaria plataforma de cultura que abarca todos los sectores porque ya no pueden resistir más; se cierra el prestigioso centro Príncipe Felipe de Investigación porque la Generalitat no tiene dinero para seguir con los estudios sobre la diabetes o el cáncer, a los funcionarios se les recorta lo que marca el Estado y un plus; se despide a interinos y se cierran centros públicos eliminando personal a borbotones; se eliminan líneas de transporte público porque ya no son rentables; y pagamos los impuestos más altos de España en IBI o Inspección Técnica de Vehículos.
¿Todo ha sido producto de la crisis? ¿Y qué hacemos con la Ciudad de la Luz, el Palau de les Arts, los puentes de Calatrava inservibles, el Ágora, la Fórmula 1, las visitas del Papa, la inmensa reforma de la Feria de Muestras que está vacía, o la oxidada estatua que adula a Carlos Fabra en un vergonzoso aeropuerto? Los mismos que hicieron estas fantochadas son los que hoy aplican recortes. Y, ¿cómo lo hacen?
Un ejemplo de lo que ocurre en educación son las protestas que toda España ve de colas de padres y madres, acompañando a sus hijos al colegio, para solicitar la beca de transporte escolar. Hay becas, sí que hay, pero son más difíciles de conseguir que el premio de Nescafé de un sueldo para toda la vida.
En primer lugar, no se ha modificado el criterio de lejanía al centro escolar. Es, como siempre, de 3 km; sólo que ahora es a “vista de pájaro”, así lo pone en el reglamento; es decir, en línea recta, da igual que haya autopistas, que vías de tren, que carretera con curvas, que domicilios particulares que haya que atravesar. ¡Hay que ir en línea recta!.
Después vienen las otras condiciones, hay que tener el centro fuera del municipio donde se reside (cuando es prácticamente imposible que te concedan plaza fuera del municipio: los casos son un porcentaje pequeño). Cumplidos estos requisitos, viene el tercer condicionante: hay que ser hijo de víctima de terrorismo, o hijo de violencia de género, o huérfano “absoluto” (lo de “absoluto” lo pone el reglamento).
A quien cumpla las condiciones se le aplicará el baremo económico, porque, lógicamente, como dice el PP, “a ver quién se aprovecha de las becas de los más necesitados”.
Ahora, los españoles podrán entender las largas colas de niños en los municipios valencianos reclamando lo que ha sido un derecho adquirido que forma parte de la universalidad y garantía de una educación pública de calidad.
Hacia dónde vamos y qué país estamos construyendo no es sólo un problema de la crisis, sino también un ajuste ideológico de un partido, el PP, que si se lo permitimos, acabará también con toda representación social, sindical y política, “en aras de la libertad” de quienes mandan.