En el PSOE hemos de asumir que hemos perdido; no ha sido el PP quien ha ganado las elecciones. El PSOE ha perdido, no sólo por la crisis económica (que arrasa a cualquier gobierno) sino por la gestión de esa crisis; hasta ahí, todos más o menos coincidimos en lo mismo, pero ¿qué quiere decir?
Reflexionemos sobre dos condiciones; uno, que el PSOE gana cuando despierta la ilusión del votante progresista y socialdemócrata, capaz de volver a confiar en la política y considerar al PSOE un instrumento útil (recordemos las elecciones del 2004 y la expectativa e ilusión en torno al socialismo); y pierde cuando sus votantes se sienten defraudados, engañados o no entienden la incoherencia de los mensajes. Dos, que el PP es un partido sólido, estable, cohesionado, con un suelo muy fuerte pero también con un techo; su margen es de +- un millón de votos (apenas llega) entre las peores y mejores circunstancias, y sus votantes fieles no suelen castigar problemas como la corrupción o la demagogia cuando sí es una severa sanción electoral en el caso de la izquierda.
Nos empeñamos en buscar el voto “caliente” de la zona centro, como el único posible de desempatar entre uno y otro partido, sin darnos cuenta que ello nos sitúa en la franja de indefinición, ambigüedad, y poca nitidez de las propuestas. Es cierto que el centro hace decantar el resultado, siempre y cuando trabajemos con el sistema electoral actual que premia a los dos grandes partidos, pero no explica la diferencia entre el votante del PSOE o el PP que suponen dos modelos de entender el sistema democrático ni tampoco sirve para explicar la pluralidad de votos que se ha producido en estas elecciones. Más que nunca, estas elecciones han supuesto una llamada por parte de la Ciudadanía progresista a un sistema democrático diferente, más profundo, más plural, más representativo; y más que nunca se ha visto la injusta distribución de los escaños.
En mi opinión, tres son los debates generales sobre los que el PSOE debería profundizar (además de los propios de la organización): la reconstrucción del Estado de Bienestar, la regeneración de la vida política y el sistema electoral. Muchas son las causas que generan desafección, falta de credibilidad y poco interés del ciudadano en la política, pero una de esas causas es la sensación de inutilidad del voto. La llamada al voto útil, aglutinador, en torno a mayorías estables provoca también grandes desafecciones, desilusiones y falta de empatía con los partidos elegidos. Hoy quiero detenerme en la necesidad de modificar el sistema electoral.
Las elecciones del 2011 pasarán como las elecciones de mayor pluralidad entre los partidos de izquierda y de mayor dispersión de votos, produciéndose entre otras cosas: un aumento de la abstención (2 puntos más que las anteriores elecciones son 600.000 votos más, situándose en 9.700.000), un aumento de votos nulos y blancos, y un crecimiento significativo de otros partidos que han visto injustamente tratada su representación.
Entre la estabilidad democrática que permita la gobernabilidad (elemento que ha priorizado nuestro sistema electoral) y la jaula de grillos de un Parlamento fragmentado, debemos buscar los filtros necesarios que adecúen más y mejor la representación del electorado. Ya sé que hay partidos como IU y UPyD que piden estos debates, pero que el debate lo pidan otros (claramente afectados por el sistema) no quiere decir el PSOE no tenga que abordarlo. La Democracia no es sólo la opinión de la mayoría, sino el respeto y representación de la minoría; si sólo quisiéramos mayorías, con un diputado por provincia lo tendríamos solucionado: todo sería para el PP, salvo Sevilla y Barcelona y las provincias del País Vasco; lo que sería la representación más injusta de la mayoría. Además, entre la prepotencia de una mayoría absoluta y los intereses partidistas de quienes quieren sacar partido con sus votos minoritarios, debe existir también el aprendizaje del consenso y del debate, de la búsqueda de acuerdos.
No es un asunto fácil, tiene aristas, hay que ver que se desequilibra al equilibrar otros factores, pero que hoy nuestro Parlamento no refleja fielmente lo que han dicho los votantes es una verdad y eso genera todavía mucha más decepción: quizás, el único mensaje claro y nítido ha sido el que los electores progresistas le han dicho al PSOE con un castigo severo y la pérdida de más de cuatro millones de votos; ahora bien, el resultado que ha producido esa distribución de votos no es lo que España estaba pidiendo.
A un grito de más y mejor Democracia, de mayor Izquierda, de más Estado de Bienestar, de una política comprometida: tenemos mayoría absoluta del PP. El resultado demuestra lo injusto del sistema electoral actual.