Si tenemos presente el sesgo ideológico que domina en la Comisión Europea, en el Banco Central Europeo, en el Fondo Monetario Internacional y en su oficiante mayor en Europa, la señora Merkel, principales responsables de los históricos retrocesos que sufrimos en todos los órdenes, parecería lógico que el castigo electoral a las formaciones de derecha fuera ejemplar. Lo malo es que para muchos electores la izquierda, cuando ha gobernado o gobierna –el último fiasco se está viviendo en Francia- ha venido apareciendo más como cómplice que como adversario. Pero, en todo caso, la acción política de la derecha en estos años es para los pueblos europeos la más nefasta desde que acabó la Segunda Guerra Mundial.

Que la “troika” sea la peor maldición que nos haya podido caer no puede ocultar que algunos de sus correligionarios en el terreno ideológico y político intentan emularla cuanto les es posible. Ahí está Rajoy, su equipo y sus huestes en el Partido Popular. De unos meses para acá escuchar a sus portavoces proclamar con euforia los logros alcanzados produce, cuanto menos, una profunda irritación. Porque van pregonando un presente gozoso y nos tratan de vender un próximo futuro cargado de avances y bondades que no pueden provocar más que indignación cuando se evalúa lo que llevan hecho y la situación actual.

Ha sido oportuno que CC.OO. y UGT precisaran con datos en el manifiesto de este 1º de Mayo algunos de los grandes “éxitos” de este Gobierno. Por sólo citar varios ejemplos:

– Una tasa de paro del 26%.

– Una tasa de temporalidad del 24%.

– Pérdida de 468.000 empleos en estos años en la Administración Pública (Sanidad, Educación y Servicios Sociales).

– Continua reducción -20 puntos desde 2010- en la protección al desempleo.

– Una pérdida de población activa de 324.000 personas en 2013.

– Una inversión por parado en políticas activas que ha disminuido el 52% desde 2011.

– 686.300 hogares con todos sus miembros en paro.

El listado es extensísimo. Sin ánimo de agotarlo, ni mucho menos, cabe también subrayar otro de sus “éxitos”, como es el de haber conseguido que de los 28 países de la Unión Europea España sea el número uno en desigualdad de ingresos entre las personas. Son datos de Eurostat y de Eurofound de marzo de este año, donde también se destaca que somos el país con más proporción de parados de larga duración, excepción hecha de Grecia. Si a todo lo anterior le añadiéramos los conocidos recortes en atención a las personas dependientes, a la Sanidad Pública, a la Educación y a un larguísimo etcétera, amén del cuestionamiento de derechos como el de huelga y las amenazas a quienes practiquen los de manifestación y expresión, el balance es espeluznante. Hay que repetirlo: estamos ante una involución generalizada, ante un cambio en negativo del modelo de sociedad.

¿Por qué sonríen entonces cuando hablan de sus logros? ¿Cómo es posible que se muestren tan satisfechos? ¿Cómo se explica que tras la reciente encuesta de la EPA, que confirma que hay menos empleo y se mantienen esos casi seis millones de parados, tengan el cinismo de afirmar que “reflejan que vamos por la buena senda”? Es inaudito. La única explicación podría ser que, pese a tantos desmanes, las encuestas les otorgan aún un tercio del porcentaje de votos ante estas elecciones europeas. En cifras absolutas serán varios millones menos de los que obtuvieron en 2011, tanto por deserciones directas como por abstención. Pero confían en quedar los primeros.

Un conocido político confesaba tiempo atrás en privado que, a veces, se sentía preocupado por el entusiasmo con que era acogida entre sus seguidores alguna parte de sus declaraciones, sobre las que él no se sentía nada orgulloso. Quizás en el Partido Popular queden también dirigentes con suficiente sentido ético que, viendo el grado de insolidaridad y hasta de deshumanización de la política de su Gobierno, les preocupe el tipo de valores que deben acompañar a una gran parte de esa todavía notable reserva de votantes.