Y ante estas incertidumbres no puedo evitar hacerme al menos dos preguntas: ¿está preparada esta generación para dichos retos? ¿Estamos formando a una generación de hombres y mujeres con los valores necesarios para enfrentarse con garantías a estos desafíos?
La respuesta a estos dos frases tal vez sean de gran importancia para dar con las claves de por donde caminara el mundo en los próximos tiempos. No obstante, y desde mi punto de vista nuestra sociedad parte de grandes déficits en los que algunos sociólogos han denominado “valores sociales”. De esta forma, vivimos en un tiempo marcado por a mi juicio una gran sobredosis de información generada desde diferentes medios, dicha información en muchas ocasiones adulterada es ofrecida a esa generación de jóvenes que bajo las siglas JASP la consumen sin deparar en muchas ocasiones en el análisis crítico necesario cuando uno asume determinados datos. Pero éste sólo es un síntoma de una sociedad enferma de indiferencia, una sociedad que en su mayoría vive el día a día con la preocupación única de alcanzar quienes anónimamente habitan en ella, una casa, un coche, un empleo y un mes de vacaciones al año, elementos legítimos que el ser humano puede querer tener en su vida pero que antaño eran compartidos por el deseo de transformación social, el valor en el esfuerzo, la participación social y política, la ilusión por el cambio, la aparición de liderazgos políticos, sociales y económicos en multitud de países del entorno europeo. Estos valores tejidos en la sociedad civil europea como consecuencia directa de los movimientos obreros del Siglo XIX y XX o a través del poso ideológico de autores como Weimar en Alemania, Saint-Simon, Charles Fourier y Augusto Blanqui, en Francia, y Robert Owen, en Inglaterra entre otros cohabitaban de esta forma en el seno de esa generación que hizo posible que el siglo XX viera el nacimiento de la sociedad de bienestar, el reconocimiento del estatuto de los trabajadores, la Declaración de Derechos Humanos o el asentamiento de las Democracias Modernas y los Estados sociales de derecho que basados en el Constitucionalismo hicieron posible el desarrollo de los pueblos y la creación del período de paz más largo que en la historia europea ha conocido.
Son muchos los que determinan en sus análisis sociológicos que son las circunstancias las que determinan el tipo de sociedad que en cada momento se configura, hoy esta sociedad no se forja en las aulas sino que los docentes son falsos dioses que disfrazados de Speakers o Princesas del Pueblo en programas sensacionalistas de color rosa propagan doctrinas que contradicen de manera directa los valores sociales que forjan una sociedad, y lo hacen además sin ningún tipo de control a través de televisiones, redes sociales o móviles. Falsos dioses que incentivan el alienamiento de una sociedad preocupada por su día a día , el “todo vale” “la incontigencia verbal”, “la sociedad de consumismo” y “el sálvase quien pueda” han suplantado los valores de igualdad, libertad, fraternidad y transformación social que fueron antaño motor de esas otras generaciones JASP que soñaron con otro mundo posible.
En definitiva, toca replantearse si el esfuerzo en educación que día a día se realiza desde las instituciones puede por si sólo y ante una sociedad de la información y la comunicación masiva como la actual alcanzar con garantías la formación en valores de una generación que esta condenada a liderar el mundo en los próximos tiempos, o si bien es necesario un mix formativo que haga posible que esos medios de comunicación e información sean aliados formativos en valores en vez de elementos adversos.