Me resulta muy difícil escribir sobre lo ocurrido en el seno de los socialistas madrileños, porque la situación nunca es tan fácil ni tan clara, y existen muchas ambigüedades cruzadas.
Si hablamos de liderazgos, parece comprensible que el PSOE apueste por un líder social, capaz de obtener un magnífico resultado electoral, sabiendo que un líder social y no orgánico, significa apostar por una persona leal pero no fiel a la disciplina de partido, algo que muchas veces escuece en el esqueleto orgánico. Uno de los problemas del PSOE durante años en sus territorios regionales ha sido, justamente, apostar por lo orgánico por encima del liderazgo social, y así nos ha ido, que ha ido empequeñeciéndose el resultado electoral, porque la ciudadanía no ha visto reconocido al “burócrata” del partido como un ideólogo social.
Ahora bien, cuando a veces ha existido algún verso libre en alguna lista, tampoco ha sido solución, porque las fricciones y la incomodidad de quien no pertenece “a pies juntillas” a una organización política, ha acabado generando tensiones o su voz ha desparecido entre la potente maquinaria orgánica.
Eso tampoco quiere decir que haya que borrar a los “aparatos”, pues cumplen su función: mantener el esqueleto del partido, organizar sus actos electorales, mantener el funcionamiento diario, y un largo etcétera. Si no hubiera “aparato”, sería difícil que un partido mantuviera una estructura cotidiana en unos momentos de desencanto, de falta de complicidad y dedicación a la política de partido. Pero “el aparato” ha acabado acogiendo a todos aquellos que pretenden “vivir de la política” eternamente, y “en nombre del partido” resistirán lo que haga falta.
Así pues, tenemos un primer y serio problema: definir bien las competencias entre el “aparato orgánico” y el liderazgo social.
Da la impresión de que esto se resuelve con unas primarias. Pero no está tan claro. Yo he sido firme defensora durante años de las primarias, pero hasta los procesos democráticamente más nítidos acaban enturbiándose si no hay voluntad o condiciones para garantizarla.
No es lo mismo realizar unas primarias abiertas a la ciudadanía o con un ámbito de participación a nivel nacional, donde resulta difícil controlar el voto, porque eso cambia cuando las elecciones primarias se producen dentro del partido, en asambleas de ciudad, muy reducidas de militancia, donde acaban votando menos de la mitad de los afiliados. Al final, la votación no es tan democrática como debiera, pues todos los votantes tienen sus intereses orgánicos. Y así, se elige, no en función del mejor líder social, sino del mejor líder para los intereses orgánicos.
Por tanto, uno sale reforzado por unas primarias menguantes, en las que, apenas un puñado de militantes elige un líder, pensando que ellos estarán en listas o en puestos de poder.
Ahora bien, para corregir esa situación circular y decadente en la que el PSOE se ha instalado desde hace años, parece que no hay otra solución (tal y como hemos comprobado) que dar un golpe en la mesa, romper las reglas, e imponer una decisión “con el ordeno y mando”. Algo que no parece muy ejemplarizante.
Lo que ocurre en Madrid no es exclusivo de ese territorio ni es un problema nuevo del PSOE. Pero tiene mala solución.
Por otra parte, parece que la división y la pluralidad de la izquierda es algo connatural con el propio pensamiento, algo que está muy bien y es loable puesto que se prefiere la pluralidad democrática por encima de la disciplina férrea (como ocurre en el PP). Ahora bien, no puede llegar tan lejos que la fragmentación de la izquierda sea incapaz de entenderse y de saber cuáles son los mínimos políticos sobre los que construir un cambio.
Si finalmente se anteponen las miopías propias al interés general no conseguiremos que las próximas elecciones produzcan el cambio necesario en este país, donde la situación social-política-cultural es irrespirable.
Actualmente hay una nueva generación de políticos que competirán en las próximas elecciones. Son voces y rostros nuevos. Espero y deseo que también sean nuevos en su forma de entender la política, capaces de rescatar lo bueno de años anteriores, pero sin los vicios adquiridos.