La Eurozona se enfrenta en este inicio del año 2015 a nuevos retos. Por un lado, las elecciones generales anticipadas en Grecia, convocadas para el 25 de enero, ha hecho reaparecer el fantasma de la salida de este país de la Unión Monetaria, el cual parecía olvidado tras la superación de las tensiones en los mercados de la deuda pública y de divisas a partir del verano de 2012.

Lo cierto es que plantear este escenario es extemporáneo, más allá de que algunos propaguen esta idea con la intención de favorecer a determinadas opciones políticas en Grecia sobre otras, y dentro de una estrategia del miedo para perjudicar a la formación conocida como Syriza, la Coalición de Izquierda Radical, al que se considera favorito para ganar las elecciones según los sondeos de intención de voto. En primer lugar, el 75 por ciento de los ciudadanos griegos manifiestan en las encuestas de opinión que están a favor de mantenerse en el euro. En segundo lugar, el líder del partido, Alexis Tsipras, tampoco ha propuesto que Grecia abandone la moneda única.

Estas posiciones no son sorprendentes. Los griegos, como la gran mayoría de los ciudadanos de la Eurozona, son conscientes de que salir del euro no va a solucionar el problema del paro, aunque a corto plazo la introducción de una moneda devaluada ayudara a las exportaciones. Por contra, la gente perdería el valor de sus pocos ahorros, al tiempo que habría que aplicar estrictos controles de capitales para evitar la retirada de depósitos de los bancos y la fuga de los fondos a otros países.

Lo que propone el señor Tsipras es renegociar los términos del préstamo multilateral concedido a su país por parte del FMI y del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera, lo que no parece una idea descabellada si tenemos en cuenta que la deuda pública de Grecia representa el 170 por ciento del PIB. Por supuesto, en cualquier negociación puede haber desacuerdos, incluso amenazas de quitas unilaterales por parte del futuro gobierno griego si las encuestas aciertan, lo que puede generar episodios de inestabilidad financiera. La Comisión Europea, el Banco Central Europeo (BCE) y el FMI, como integrantes de la llamada Troika tienen la responsabilidad de manejar con mano izquierda el diálogo con un hipotético gobierno encabezado por Syriza, de modo que no se tomen decisiones de consecuencias difíciles de estimar.

Lo que debe ser considerado como línea roja es que cualquier país salga del euro. Esto supondría sentar un mal precedente sobre la irreversibilidad de la unión monetaria, una de las expresiones más simbólicas de la integración europea. Además, no se puede descartar que el abandono por parte de un país, por pequeño que sea, de la moneda única, no conlleve perjuicios para los que se mantengan fruto de tensiones en el mercado internacional de divisas.

En este sentido, el BCE puede desempeñar un papel positivo desde el punto de vista de la estabilidad financiera si en su reunión del próximo 22 de enero acuerda aumentar las medidas de política monetaria no convencionales, en particular rebajar el tipo de interés del dinero al 0,025 por ciento desde el 0,05 por ciento de la actualidad, y activar un ambicioso programa de compra de títulos de deuda pública de los Estados cuya moneda es el euro no inferior a los dos billones de euros, y del que se beneficie en particular el Estado griego. El volumen que se propone es similar en términos porcentuales al que ha alcanzado el Banco de Inglaterra en su política de compra de bonos del Estado británico, según ha señalado el columnista económico del Financial Times, Wolfgang Munchau.

El BCE debe por tanto con estas medidas no solamente estabilizar al euro en previsión del resultado de las elecciones en Grecia, sino cortar de raíz la peligrosa espiral inflacionaria que se está adueñando de la Zona Euro. Es con todo necesario que esta política monetaria se complemente con una política fiscal expansiva por parte de la Unión Europea y de los Estados miembros, lo que requiere revisar el ritmo de consolidación fiscal y las reglas del Pacto de Estabilidad y Crecimiento.

Domènec Ruiz Devesa