Sin sus, también incipientes, misiones armadas para la mediación y la paz, en Bosnia, Líbano, Afganistán, etc. la crueldad de la guerra estaría en un círculo más bajo aún del infierno dantesco; que sin un Tribunal de la Unión Europea nuestros ciudadanos y ciudadanas, nuestras empresas y nuestras colectividades territoriales quedarían a merced de ese tan denostado burócrata de Bruselas; que sin UE, poca Ayuda al Desarrollo habría, etc., etc. He ahí hechos tozudos, maduros de 50 años acá, patentes para quien no quiera ser ciego ante la realidad deslumbradora del primer gran esfuerzo mundial de una Unión federativa, bien descrita por el slogan “unidos en la diversidad”.
Con el futuro –si no nos lo joroba de nuevo un testaferro de Bush que llevó al NO a una mayoría de irlandeses- Tratado de Lisboa, el Parlamento Europeo va a tener unos poderes análogos al de los Gobiernos, que éstos van a decidir por la razonable y democrática doble mayoría de Estados y de ciudadanía europea en su conjunto, que el antieuropeo veto va a desaparecer en casi todas las materias, que el Presidente de la Comisión y ésta en sí tendrán origen democrático; que esas mejoras institucionales recaerán sobre materias anteriormente exentas de europeísmo, tales la energía, la inmigración, lo social y la política exterior; que el presupuesto comunitario, hoy bajo, mañana a subir, se decidirá por el Parlamento etc. etc. Es algo que muchos europeos ignoran pero que es una realidad innegable e inminente.
Ante la crisis financiera causada por un capitalismo especulativo y desregulado, triste herencia de Reagan, Thatcher, Bush Jr. y el seguidor meleno-bigotudo capaz de hablar en chicano para agradar al jefe, la Unión Europea ha reaccionado aceptablemente, con iniciativas como la regulación de los mercados financieros, la erradicación de los paraísos fiscales, el control de las tramposas agencias de evaluación, la reducción de los beneficios injustos y cortoplacistas de la managers y –noticia de última hora- la próxima creación de sendos Consejos de evitación de riesgos sistémicos y de supervisión bancaria-,…. también parecen hechos a la vista de todos.
Pero hete aquí que unas elecciones europeas, a celebrar en días próximos, cabe respalden unas mayorías conservadoras de más de lo mismo, tal como ha ocurrido en la legislatura a extinguir. No somos los socialistas españoles culpables de la división, ostracismo o penuria electoral en que se encuentran varios partidos hermanos en diversos países de la UE: espero y deseo que rehagan fuerzas y que también en esos Estados la libertad y la justicia social ganen.
Pero en todo caso, del PSOE depende en gran parte la basculación de fuerzas en el PE. No desaprovechemos la ocasión.
Y recuerden todos los votantes de izquierda que el 8 de junio ya no hay votación que valga, que si el día anterior no fueron leales a su deber cívico, no se quejen durante 5 años de una Europa carente de sostenibilidad ambiental, dominada por oligopolios y especulación financiera, insolidaria y miope frente a los grandes cambios que el siglo XXI traerá.