Un día al año se concentran esos elementos en lo que se llama la Fiesta Nacional que, en nuestro caso, conviene no confundir con una corrida de toros. Ese día se conmemora el día que España fundó su Imperio en América y lo hace con un desfile de su ejército al que acuden las más altas personalidades españolas y público en general, o quizás no tan general.
Pero, en las democracias modernas, hay otros días, otros mitos, otros ritos y otros símbolos que aglutinan la sociedad, si cabe, con más fuerza que los anteriores. Son los días en los que la gente elige a sus gobernantes, lo hace bajo el mito de la soberanía nacional, con el rito de votar y el símbolo de la urna.
En esos días los ciudadanos pueden cesar a sus gobernantes sin necesidad de abuchearles, sino, simplemente, votando a otros y ese acto de participación democrática les permite sentirse parte del colectivo al que pertenecen.
El hecho de que el Presidente del Gobierno, que lo es porque su partido ganó el Día de las Elecciones, sea abucheado tradicionalmente el Día del Desfile, puede tener varios significados: o bien a ese desfile sólo acuden los que no son partidarios del Presidente del Gobierno o bien sólo éstos se expresan, además de a destiempo, de manera vociferante. Aunque, si estuviéramos en este último caso, se podría resolver el problema poniendo una urna al lado de la tribuna de personalidades, o un buzón de sugerencias.
El caso es que este nuevo rito, el de vociferar al Presidente, se está incorporando en estos últimos años a la Fiesta Nacional y, si queremos que este día sirva para cohesionar a la sociedad, incluso a los partidarios del Presidente del Gobierno, convendría que durante los días anteriores, además de recordar las glorias nacionales, de ensalzar a las fuerzas armadas y de honrar a la bandera, se recordara que el Presidente del Gobierno también representa a la Nación, con la ventaja de que se puede cambiar cada cuatro años.
También estaría bien que el Jefe de la oposición, además de alegrarse de que los representantes vascos acudan a honrar los símbolos nacionales, lamentara que se abucheara al Presidente del Gobierno. Pero, lo peor, es que, en el fondo, además de que a él también le aburren los desfiles militares, no cree, él tampoco, en el efecto terapéutico de ese día.