En España, por ejemplo, el espíritu de mayor exigencia se ha podido constatar en el reciente accidente aéreo de Barajas. Aunque en principio parecía que todo se había hecho razonablemente bien, pronto ha cundido una sensación de que, en casos como este, hay que extremar las garantías y las capacidades de actuación. Así, una parte de la opinión pública española tiene la sospecha de que la compañía podía hacer más por garantizar que no tuvieran lugar accidentes como el del avión de Spanair. Igualmente se han oído críticas sobre el nivel de exigencia de los controles y supervisiones públicas. ¿Se podrían hacer mejor? ¿Hay mayores exigencias y garantías en otros países? Incluso se han planteado interrogantes sobre si hubiera sido posible una reacción más rápida de los servicios de emergencias, ¿se necesitan más medios e inversiones en este sentido?, no habiendo faltado los que se han sentido perplejos sobre la tardanza en la identificación de algunas víctimas. Posiblemente los que ven algunas series de televisión no entienden que con los medios técnicos de hoy en día no se puedan hacer determinadas cosas con mayor celeridad y eficacia. ¿Tenemos suficientes equipamientos en este sentido? ¿Estamos bien preparados para la gestión de catástrofes? ¿Operan demasiados ruidos, interferencias y fallos de coordinación durante las coyunturas de crisis? En el plano informativo también habría que plantear críticas técnicas, profesionales y, desde luego, humanas, ya que en estos casos la información a veces acaba resultando confusa, reiterativa, en ocasiones poco contrastada y con frecuencia demasiado desconsiderada y presionadora, tanto con los profesionales, a los que se distrae y se les dificulta en su trabajo, como con las familias, a las que se suele someter a una presión informativa verdaderamente inhumana.