Varias reflexiones surgen en torno a lo ocurrido esta semana:
1) La ciudadanía está viva, está politizada (en el buen sentido de la palabra), y no está “partidizada”, como ocurre con el juego de los partidos políticos.
2) Han sido capaces de remar contra viento y marea, de organizar un movimiento que hoy es de sobra conocido, de frenar 500 desahucios, de recoger más de un millón de firmas, de copar todos los informativos y portadas de periódicos, y de despertar la esperanza de mucha gente que está sufriendo las duras consecuencias, no de la crisis, sino de la burbuja inmobiliaria que hizo que muchos se hicieran ricos de forma inmoral y otros muchos de forma corrupta e ilegal.
3) Estamos viendo que la ciudadanía sí quiere, defiende y conoce el reglamento democrático. Lo que supone tener voz y participación, hacerse oír, reclamar derechos, defender justicia, cohesionarse y solidarizarse con los que peor lo están pasando. Cuando los partidos políticos hablan de “regenerar” la democracia, deberían saber que lo prioritario es “profundizar”, devolver la palabra a la ciudadanía que vota y escuchar qué está pasando en la calle. El movimiento PAH está demostrando que hay posibilidad de “hacer política” democrática en nuestro país.
4) Gracias a esta plataforma, se están poniendo nombres y rostros a los sacrificados de este sistema, a los que sufren las consecuencias de una gran mentira urbanística, a los que llegan por desespero a suicidarse. El problema de la vivienda no es hoy un problema individual, sino un problema de estructura social.
Los partidos políticos reaccionaron de la única manera que era posible: atendiendo una petición que es más un clamor ciudadano, y dándole prioridad de urgencia para agilizar su debate parlamentario. Es lo mínimo que se puede hacer, porque los trámites parlamentarios (como dice el refrán, “las cosas de palacio van despacio”) no están acordes con la urgencia ciudadana.
¿Cuántos muertos más se necesita para reaccionar ante una ley claramente injusta? ¿Qué situación de desespero tiene que sufrir una persona para suicidarse por no poder pagar? ¿Cuánto sufrimiento ha quedado atrás antes de llegar a una situación tan desesperada?
Una sociedad que es incapaz de reaccionar ante tales sufrimientos es que está enferma; afortunadamente, la sociedad no lo está, le queda pulso y sentimiento, le queda reacción e indignación, ¡vive y está viva! ¿Ocurre lo mismo con la política del Parlamento? ¿Cómo es posible que se haya llegado hasta esta situación social tan insostenible antes de que los partidos reaccionen?
No nos hemos dado cuenta de que nuestro sistema político está embotado, es lento, inactivo e ineficaz. Incluso cuando se conoce un problema, la esclerosis dificulta la solución. El problema de la vivienda no es un asunto nuevo en la agenda política, pero la estructura del juego parlamentario, el corazón de la democracia, es lo que no bombea bien.
El PP rectificó y aprobó la tramitación de la ILP. No lo hizo convencido, sino presionado. La situación hubiera sido insostenible y dramática. ¿Qué hubiera ocurrido con la olla a presión social que está a punto de estallar?
El PP ha ganado tiempo. Se ha visto contra las cuerdas y ha pedido tiempo muerto para recuperarse. Pero se equivocará y mucho si no atiende la petición que tiene sobre la mesa en tiempo, forma y fondo adecuado. Si lo único que pretende es ganar tiempo para salirse una vez más con la suya, no solamente actuará de forma sucia e injusta, sino que se meterá en un callejón sin salida. Ya no puede seguir mintiendo más ni alargando tiempos, ni poniéndose medallas que no son suyas, ni haciendo demagogia simplista.
Debe entender que tiene que cumplir con la obligación que le exige el compromiso democrático: gobernar de forma eficaz, justa y honesta. Algo que hasta el momento no está siendo así.