La política ha sacrificado la razón, el debate y diálogo, las propuestas, y sobre todo, la coherencia, a favor de la imagen. Políticos preocupados en cómo salen en las fotos: sonrientes cuando entran en un juicio, saludando cuando son imputados, envalentonados sin reconocer responsabilidades. Porque una imagen vale más que mil palabras. Como señalaba en su estudio Kiku Adatto, “Imagen perfecta”, vivimos en la era de la foto oportunista, porque no se trata de “transmitir la verdad, el hecho, lo que vemos”, sino de falsear la imagen, de engañar conscientemente, de manipular la información.
Pero, ¿qué ocurre con la democracia si el discurso político queda reducido a imágenes falseadas y manipuladas? Creo que ya lo estamos viendo, … y sufriendo. La pregunta ahora es: ¿pretendemos falsear también la imagen del país? Aunque, podríamos hacer un análisis de qué nos parece más dañino transmitir.
El Gobierno se alarma y acusa casi de traidores a los manifestantes y a los que protestan, pero asume y tolera a 300 imputados por corrupción en cargos públicos.
Resulta negativa la imagen del despilfarro, pero ahí están malvendiéndose aeropuertos, ciudades artificiosas, y permitiendo que el fraude fiscal siga sin ser investigado. Le preocupa los reportajes extranjeros sobre la corrupción, pero en cambio nuestra Democracia está herida de muerte por los mismos que provocan la vergüenza nacional.
El Gobierno se alarma de la indignación ciudadana por los recortes injustos y masivos, pero obvia el daño, no sólo personal, sino moral para el conjunto del país que suponen los suicidios, las huelgas de hambre o la desesperada situación de miles de personas. No quiere el Gobierno transmitir imagen de angustia y desesperación, pero le da igual que el país sea cada vez más pobre, más desigual y que los españoles emigren en busca de oportunidades.
Al Gobierno le asusta el sindicalismo y las huelgas, las dimisiones en bloque, pero tolera que la imagen de España sea uno de cada tres parados de la Unión Europea, el récord de más de 6 millones de parados o que le paro juvenil alcance el 57,7%. ¿No le preocupa que la imagen del país sea la de la Confederación Empresarial proponiendo sueldos a los jóvenes fuera de convenio y de condiciones legales estipuladas?
Le preocupa al Gobierno que los ciudadanos protesten por haber sido estafados por los Bancos y Cajas de Ahorro, pero aún no ha interpuesto denuncias contra quienes se han llevado abiertamente el dinero, ni han asumido responsabilidades legales y políticos quienes han manipulado interesadamente el sistema financiero llevándolo a la quiebra.
¿No le preocupa al Gobierno la imagen de Díaz Ferrán, o de Rodrigo Rato, o de Urdangarín, o de Jaume Matas? ¿No le preocupa al Gobierno la indecente actitud oportunista de Cospedal, o la intolerancia de gestores como en Madrid, con la privatización de la Sanidad o el caso Madrid Arena? ¿No le preocupa el retroceso que en derechos sociales está viviendo nuestro país bajo la guadaña de sus ministros que al mismo tiempo están distribuyendo intereses económicos hacia bolsillos amigos?
¿Qué imagen necesita transmitir Rajoy y para qué? ¿La de un país sumiso, fácil, casi esclavista, con tópicos y folklores, que facilite cuanto antes la venta a trozos de infraestructuras y edificaciones pagadas con el sudor del dinero público, y de la que muchos se han beneficiado inmoral e ilegalmente? Las imágenes falseadas se hacen siempre buscando una finalidad, además de pretender engañar.
El problema real es que este país, nuestra España, se ha construido sobre una imagen falsa: la falsa riqueza que hoy se nos ha caído como un castillo de naipes. Una imagen falsa que estafó fuera y dentro, que permitió que los españoles creyeran que el bienestar era hondo y para siempre, que la riqueza era ilimitada, que no pasaba nada con robar y estafar porque las arcas públicas estaban para eso.
El problema es que muchos políticos y empresarios económicos y periodísticos, quienes han constituido la “casta”, crearon la feliz imagen de la “burbuja”, que nadie se atrevió a pinchar. Y hoy, Rajoy y los suyos prefieren seguir manteniendo la irrealidad, la mentira, y la imagen manipulada para vender más fácilmente el país.
Pero, afortunadamente, los ciudadanos se han vuelto más exigentes, menos torpes creyendo falsedades, más desconfiados por desesperados. A lo mejor, la única manera de salir bien de esta crisis, tan moral como económica, es decir la verdad, es analizar la realidad, es contemplar abiertamente el sacrificio, es luchar contra la injusticia y no tolerarla, es conocer quiénes son los responsables más allá de su poder mediático o político.
Si hoy algo me parece auténtico de verdad son los ciudadanos protestando para evitar que nuestro país siga desgarrándose en nombre de la “Imagen de País”.