Ya lo demuestran los estudios: España es uno de los países menos productivos, pese a ser de aquellos en los que más horas se trabaja. Pero estas palabras son también una agresión en la lucha por los derechos de los trabajadores, independientemente de su sexo, porque la conciliación, a ver si nos enteramos todos de una vez, no es solo cosa de mujeres. Una mujer no puede conciliar, si no concilia su pareja, porque los hijos no se atienden solos.

Estas palabras las pronunció en el Pleno de la Junta Municipal del distrito de Hortaleza el concejal madrileño Ángel Donesteve, para explicar el cese de una alta funcionaria de dicha Junta y, hasta ese momento, la Secretaria de distrito. Unas declaraciones a priori desafortunadas (entre otros muchos adjetivos), por las que la alcaldesa de Madrid ha obligado a pedir perdón al concejal, pero que, como pasa siempre en este país, no han supuesto su cese inmediato. Donesteve, que ha dejado de ser miembro a tenor de este asunto, de la Comisión de Familia, Servicios Sociales y Participación Ciudadana a la que curiosamente pertenecía (imagino que por alabar que una mujer prefiera conciliar, siempre y cuando sea desde su casa), ha obedecido y ha pedido perdón, asegurando que “no es lo que realmente piensa”.

Sea como fuere, el daño está hecho, y las consecuencias de sus palabras son mucho más graves de lo que puede parecer, porque una vez más la imagen de la mujer aparece asociada a una polémica en torno a su capacidad para trabajar fuera del hogar (y revisen el calendario, que no estamos en la década de los cincuenta del siglo pasado) y la maternidad vuelve a ser un factor de vulnerabilidad en la lucha por la inclusión plena en el ámbito laboral de la mujer. En resumen, unas declaraciones que constituyen un ejemplo de las muchas formas en las que se manifiesta la violencia soterrada de las que las mujeres somos víctimas a diario, violencia que penetra en el imaginario social y fomenta la repetición de estereotipos que sobreviven arraigados en la sociedad, fomentando el mantenimiento de barreras invisibles a las que vencer cada día, en cada momento, en cada situación de la cotidianeidad de la vida de las mujeres. Unas declaraciones tan fuera de lugar, como la absurda idea del cerebrito de Facebook de animar a sus empleadas a congelar sus óvulos para ser madres en edades donde la maternidad no interfiera con su desarrollo profesional. Tal vez, y perdónenme la ocurrencia, alguien debería recordarle a este joven que, su futuro y el del resto de los seres humanos, depende de los hijos que tengamos ahora… que así funciona esto de la reproducción de la especie, que si no tenemos hijos, se acaba la humanidad (suena radical, pero es una obviedad científica) y que, además, la maternidad es una opción personal, las personas no solo vivimos para trabajar, y, por si le quedan dudas, seguramente ayudar a una anciana con bastón a agacharse para realizar los ejercicios de preparación al parto puede resultar entrañable, pero es absolutamente antinatural.

Pese al daño realizado, Donesteve no ha dimitido ni nadie le ha cesado de su cargo. También sigue como Ministra de Sanidad Ana Mato, pese a los evidentes fallos en los protocolos y en los canales de información, durante la crisis por el Ébola surgida durante las últimas dos semanas tras el contagio de la auxiliar de enfermería, Teresa Romero, afortunadamente ya recuperada (y fíjense que doy la misma importancia a ambas situaciones aun a riesgo de ser criticada por ello). Ni ha pasado nada con el cargo del Consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, Javier Rodríguez, cuyos improperios y descalificaciones hacia la paciente, han indignado a quienes lo escuchaban. No han dimitido ni se les ha cesado, porque estamos en un país donde los cargos parece que no van unidos a responsabilidades… La memoria es débil y, cuando pase el temporal, tal vez la hoy denostada Mato pase a ocupar la Moncloa, ¡quién sabe! Y si piensan que exagero, recuerden a aquel vicepresidente primero del Gobierno de Aznar y Ministro del Interior, enfrentándose a la difícil misión de aclarar la desastrosa gestión del caso Prestige, describiendo como unos “pequeños hilitos como de plastilina” lo que luego fueron 125 toneladas diarias de fuel. ¿Recuerdan cuál era su nombre?. Les doy una pista: empieza por Mariano y termina por Rajoy.