No me ha sorprendido nada que no hubiera un acuerdo mínimo entre Zapatero y Rajoy que escenificara que España merece la pena y está por encima de las guerras partidistas; como tampoco me sorprende que no se produzca un Pacto de Estado en Educación. Al contrario. Durante meses, quería saber cómo conseguiría el PP rechazar tal pacto educativo y qué argumentaría.

El PP sigue jugando a un corto plazo, tan corto, que lo vemos relamerse a cada nuevo parado o a cada mal dato económico. Hasta Cristóbal Montoro, personaje grisáceo y burocrático donde los haya, ha recuperado cierta simpatía a la hora de contar desgracias. ¡Cuánto peor, mejor!. Rajoy no puede permitirse bajar la guardia ni un solo momento en su empecinada lucha por desgastar al gobierno, aunque al mismo tiempo, eso suponga perder también la confianza de los ciudadanos y ser un político poco creíble y denostado incluso para los suyos. Pero se ha metido en tal espiral que no piensa por sí mismo: hace el trabajo sucio para salvar los muebles al PP, un partido que necesita limpiarse con lejía y salfumán, no sólo los errores, sino los vicios cometidos.

Rajoy no sabe, no contesta y no ve lo que ocurre en Comunidades gobernadas por él. Por ejemplo, Valencia.

Cada día resulta más patético y teatralmente dramático ver al Presidente de la Generalitat sorteando el caso Gürtel. Siguen diciendo que todo es mentira, mentira, mentira. Los informes policiales y judiciales carecen de validez. Y hacen un cierre de filas que resulta un insulto a la ética y la dignidad (además de tomar por tontos a ciudadanos y militantes). Exhiben encuestas que dan a Camps por ganador seguro, aunque esté a punto de sentarse en un banquillo.

Mientras, la situación de la Comunidad Valenciana sí tiene serios riesgos de parecerse a la economía griega.

El crecimiento acumulado desde el año 2000 ha sido el más bajo de toda España; el PIB de la Comunidad se desplomó el año pasado; somos la Comunidad con más deuda (y sigue creciente) por habitante; la confianza en la Administración autonómica es prácticamente nula; no se puede pagar ni las subvenciones o becas más ridículas (hasta las nóminas de los funcionarios van financiadas por crédito); las empresas y contratistas no cobran antes de 9 ó 12 meses; la caída de las inversiones públicas ha sido de un 70%; las deudas de Sanidad y Educación son inimaginables, se deben colegios en convenios renegociados hasta el 2030.

Cuando salen los datos del desempleo, la Comunidad Valenciana es la que más ha crecido en paro frente a la reducción producida en el conjunto de España. Nos echamos las manos a la cabeza por el fracaso escolar (un 30% en España), cuando en Valencia rozamos el 40%, habiendo subido 7 puntos en seis años.

Y mientras Camps resiste, resiste, resiste. Y miente a todos, hasta a sí mismo. En una locura enfermiza y obsesiva por agarrarse al poder. Intenta aparentar que no está afectado, ni triste, ni compungido; para ello, demuestra una cínica alegría que sólo induce a pensar que toma tranquilizantes o que no tiene pudor (o ambas cosas a la vez).

¿Merece la pena pasar a la historia como lo va a hacer Camps?