Pero, en mi opinión, lo más llamativo desde el punto de vista moral, en cuanto a ejercicio colectivo, fue la defensa a ultranza que todo el mundo hizo de la “lealtad”. Todos manifestaron que habían sido “leales” con Aznar durante todo su mandato, siempre habían cerrado filas en torno a él, se habían comportado como verdaderos escuderos sin cuestionar lo que él decía o hacía, porque para eso era el jefe, y al jefe se le debe obediencia.

Dentro de la estupidez orgánica de un partido, ha calado tan hondo que lo correcto es ser “leal” contra viento y marea, pase lo que pase, cerrando filas, “todo por el partido”, que ni siquiera se sonrojaban cuando lo decían. Me pareció bochornoso ver a ministros como Gallardón (aunque él me parece bochornoso por muchas otras acciones y omisiones), defendiendo este argumento. “Hemos sido leales con Aznar durante su mandado, ahora toca ser leales con Rajoy”, es decir, hay que ser sumisos con quien manda, es lo que en definitiva vienen a decir.

Incluso, a costa de saltarse varias franjas éticas:

– Por ejemplo, hay que ser leal aunque el jefe se equivoque, o sea injusto, o tome decisiones interesadas y egoístas.

– Hay que ser leal, incluso contra los propios principios, contra la opinión de uno mismo.

– Hay que ser leal, aunque se cometan fechorías, o irregularidades, o corrupciones.

Es decir, los cargos del PP fueron leales con Aznar en la guerra de Iraq, aunque a algunos les remordiera la conciencia (pero antes que la conciencia está la lealtad); fueron leales aún cuando se aplicó una ley como la del suelo, claramente especulativa (y aunque muchos tuvieran otros principios políticos y supieran que lo que se hacía era dañino para el territorio, la economía y, como se ha visto, para el bienestar de las personas); fueron leales cuando se mentía a conciencia con el atentado del 11-M porque así interesaba para las elecciones; fueron leales incluso en la corrupción, cuando el entramado Gürtel hinchaba facturas (todo era bueno para el partido, incluso aunque fuera ilegal).

Según la Real Academia, lealtad significa: legalidad o verdad (éste no es el caso en el que se aplica el concepto para el PP); cumplimiento de lo que exigen las leyes de la fidelidad y las del honor (no sé si se puede llamar “honor” a la guerra de Iraq o la trama Gürtel); amor o gratitud que muestran al hombre algunos animales, como el perro (pero no comparemos porque la lealtad de mi perro es sincera y noble).

No pretendo ser cruel, porque lo que me parece cruel e indignante es el hecho de que los miembros del PP lo confiesen abiertamente, sin ser capaces de entender la barbaridad moral que están comiendo contra el colectivo al que representan que lo que esperan es la verdad, y no ser capaces de mentir en nombre de la “lealtad” al líder; además, supone la anulación de uno mismo, de sus principios, de sus valores, de sus conocimientos, porque así lo manda el jefe.

Y, por eso mismo, ahora como hay otro jefe, hay que cambiar de lealtades. Así, no hay problemas de conciencia, sólo de obediencia.

Aunque todo esto se entiende mejor cuando se va descubriendo que la “lealtad” no es un ejercicio desinteresado, ignorante, e inmoral, sino que además está bien pagado. Cuando el que más o el que menos recibe un sobre, un sobresueldo, una comisión, un pago extra, un salario de más, un “pellizquito”, etcétera y etcétera, se entiende mejor que “es de bien nacido, ser agradecido”.

Pues me temo que Rajoy ya no tiene la cartera tan llena como antes para que le sigan con la misma “lealtad” que a Aznar.