La Europa sin fronteras y la libertad de circulación, es un sueño hecho realidad que consolida, día a día, una Europa unida. Por ese motivo, señores y señoras de la Comisión, Schengen es básico, es uno de los grandes logros en la historia de la construcción de la Unión Europea (UE) que hay que defender y mantener.

Perdonen la torpeza, pero ¿Por qué la Comisión Europea se pliega a las exigencias de Francia e Italia, tras la llegada de más de 25.000 personas a la isla de Lampedusa y el reparto de visados por parte del gobierno de Berlusconi?. Es más fácil cumplir los acuerdos europeos para cooperar en inmigración, que atacar uno de los pilares fundamentales de la Unión, como es la libre circulación. Es más fácil, cumplir el acuerdo de Schengen y que los Estados lleven a cabo la armonización de los controles fronterizos externos, que poner más muros y fronteras. Es más fácil, leer el acuerdo y aplicarlo, porque en él se establece la posibilidad de suspender temporalmente los términos del mismo por emergencias humanitarias y de seguridad excepcionales, como hizo España durante la boda del Principe, que criminalizar al perseguido.

Que perverso puede ser el lenguaje. Todavía no salgo de mi asombro, cuando la elite burocrática de la Comisión Europea nos dice, sin sonrojarse, que presentan un conjunto de propuestas para mejorar el funcionamiento de Schengen. Suena limpio, y más aún cuando la comisaria europea de Interior, Cecilia Malmström, asegura que el objetivo de esta reforma es salvaguardar la estabilidad del espacio Schengen.

Pero no es cierto, lo que pretenden, es desandar el camino recorrido en las últimas décadas en Europa. Si se trata de reintroducir la posibilidad de controles fronterizos entre los Estados miembros en circunstancias excepcionales, eso ya lo pueden hacer con la correcta aplicación del tratado. La clave, a lo mejor, está en que la reforma oculta otras finalidades que no hacen públicas, porque irían a dañar la línea de flotación de la Unión Europea, en su intención de poner a las personas por encima de cualquier otro interés.

Actualmente, en el acuerdo de Schengen se aplican entre otras medidas: La supresión de los controles de personas en las fronteras interiores, en particular la supresión de obstáculos y restricciones a la circulación en los pasos fronterizos de carretera en las fronteras interiores; La introducción y aplicación del régimen de Schengen en los aeropuertos y aeródromos; La realización de los controles en las fronteras exteriores y medidas destinadas a mejorar la seguridad de dichas fronteras; La política común en materia de visados; La lucha contra el tráfico ilícito de estupefacientes y sustancias psicotrópicas; La responsabilidad en materia de asilo; La ejecución de las solicitudes de asistencia judicial internacional.

Por tanto, anunciar ahora, por parte de la Comisión, que de aquí a 2012 se establecerá un sistema común de asilo, se reforzará el papel de la Agencia europea de control de fronteras, y se mejorarán los pactos con los países de origen de la inmigración, está bien, pero demuestra una cosa: que no estaba haciendo su trabajo no solo en estas materias, sino también en inmigración, donde anuncian un paquete de medidas, el día 24 de mayo, para mejorar la política de inmigración en la Unión Europea.

Europa necesita una política responsable, que garantice la eficacia y eficiencia de nuestra política común de libertad, seguridad y justicia. NO más muros y fronteras

Europa necesita que el ciudadano sea el centro de sus políticas, por encima de los intereses particulares de determinadas elites políticas o económicas. NO necesita la excusa de la inmigración para limitar derechos.

Europa necesita la aplicación de políticas basadas en la igualdad y la solidaridad, tanto dentro de ella como fuera. No necesita ser una Europa fortaleza cada vez más cerrada.

Europa necesita más democracia y que se cumplan los tratados que tanto cuesta aprobar. Es urgente poner en marcha la cláusula de solidaridad contemplada en el Tratado de Lisboa para hacer frente a las crisis y emergencias humanitarias. No necesita más populismo y racismo.

En definitiva, Europa necesita que triunfen los principios de la revolución francesa de libertad, igualdad y fraternidad. Necesita hacer realidad en las calles del continente la Constitución Europea. Sí, la Constitución Europea. Se conseguirá con la participación efectiva de los europeos, y desterrando los intereses particulares de determinadas elites políticas y económicas que han sacado el fantasma de las desigualdades y la intolerancia a recorrer Europa.