Un rey pasivo, un rey que no se hubiera hecho notar en aquel momento, posiblemente nos hubiera llevado nuevamente a los españoles a un torbellino histórico. Por eso, todo el mundo aplaudió –y aplaude retrospectivamente– el papel del Rey entonces. Papel que ha ido seguido de un escrupuloso respeto, y distanciamiento, de los procesos electorales y de la vida política española, de acuerdo a lo que establece la Constitución.
Sin embargo, las provocaciones de Chile, y toda la ristra ulterior de invectivas de Chávez, han dado lugar en España a un debate –sin duda interesado– sobre el papel del Rey. A posteriori, y desde la distancia, es muy fácil hacer consideraciones “de gabinete” sobre si unas palabras hubieran sido mejores que otras o sobre si uno u otro gesto pudiera resultar más o menos conveniente. Pero allí, y en caliente, cuesta trabajo pensar que lo mejor hubiera sido el silencio, la resignación y mantener la cabeza baja. ¿Qué hubieran dicho entonces algunos de los críticos que ahora se manifiestan tan exquisitos? Igual cabe decir sobre la pertinencia de la presencia del Rey en dicho Foro. Hasta ahora todo el mundo la había considerado muy positiva y ventajosa, tanto para España como para los países latinoamericanos, cuyos mandatarios eran los primeros en reclamarla y aplaudirla.
Pero, claro está, los problemas se plantean en los momentos más críticos y delicados. Y ahí es enormemente difícil contentar a todos por igual. Mi impresión personal es que en Chile, dada la situación, se hizo lo que había que hacer. Sin duda, hubiera sido mejor que la Presidenta chilena cortara los excesos de Chávez. Y también hubiera sido mejor que al frente de Venezuela se encontrara una persona más inteligente y templada, que atendiera más a las buenas formas y a los intereses reales de los venezolanos que a su desbocado ego personal. Pero las cosas son como son y las reacciones y decisiones no siempre se pueden tomar en frío y como a uno le gustaría. Por ello, mi impresión, también personal, es que a medida que pase el tiempo y que se serenen los ánimos, cada vez más personas valorarán el papel del Rey en aquel momento difícil.
¿Será negativo lo que ocurrió para los intereses de España y sus relaciones con Venezuela? Desde luego positivo no va a ser a corto plazo. Pero dada la personalidad de Chávez, posiblemente cualquier otra reacción hubiera conducido también a efectos negativos. Sin embargo, en Venezuela y en América Latina mucha gente está diciendo que “ya era hora de que alguien mandara callar a tamaño bocazas”.
¿Es bueno para el Rey de España lo que sucedió? En términos generales, lo sucedido amplifica la figura del Rey, le da mayor popularidad y despierta simpatías entre amplios sectores. Pero, en otros aspectos, quizás lo sucedido no sea tan positivo, ya que implica un cierto grado de desgaste y suscita debates y polémicas en torno a la figura del Rey y su papel. Lo cual no es bueno para él ni para la actual situación de España.
Pero, precisamente por ello, por el grado de riesgo-tensión asumido –más allá del cálculo interesado de lo que al Rey personalmente le convenía–, bien merecería la pena que en España situáramos este debate en sus justos términos. Para “desgastes” ya tenemos los que nos quiere infligir el desmesurado caudillo iberoamericano.