En este sentido, la “patronización” de la actividad política da lugar a una fragilización de la confianza ciudadana y a una mayor debilidad de los incentivos de participación, con el riesgo añadido del eventual surgimiento de escándalos y problemas asociados a la lógica interesada de los “patronazgos”, que por su propia naturaleza tienden a utilizar el poder en beneficio propio. Los escándalos que han seguido a los gobiernos de Berlusconi y a la Administración Bush, incluso con un Vicepresidente conectado a una de las principales empresas contratistas en Iraq, son un buen ejemplo de estos riesgos.
El decaimiento de la conciencia ciudadana asociado a tales tendencias, y la falta de confianza en la política y los políticos que conlleva, explica en buena medida las inclinaciones hacia el retraimiento y la apatía política que se registran en determinados sectores de la opinión pública. En ocasiones, incluso, se produce una pasividad resignada ante muchas de las regresiones que se dan: ¿qué se hace realmente ante los recortes en derechos civiles en Estados Unidos? ¿Cómo se reacciona ante Guantánamo? ¿Qué pasó con el rechazo al recuento de votos en Florida? ¿Cómo es posible que líderes del PP continúen premiando con concesiones urbanísticas al “tránsfuga” Tamayo? ¿Qué pasó en la Comunidad de Madrid después de la escandalosa “espantada” de Tamayo y Sáenz? Los periódicos recogen algunas noticias, unos pocos ciudadanos se indignan (temporalmente)…, pero después todo queda en nada. Incluso, en cierto modo, una parte de la opinión pública parece resignada a que ocurran este tipo de cosas. De ahí que la “tolerancia” (efecto “vacuna”) a tales procederes y la complicidad, bien respaldada comunicacionalmente, de algunos grupos y líderes poderosos nos pueda estar llevando paulatinamente hacia una democracia de ciudadanos pasivos, desimplicados y mediatizados por la voracidad y el egoísmo particularista de grupos y líderes poderosos. Es decir, una especie de “democracia de baja intensidad”.
¿Qué futuro tiene una democracia con una opinión pública ausente y resignada, huérfana de genuinos debates de ideas y programas y en la que los grupos de patronazgo tiendan a enmascarar la dinámica política? Este es, sin duda, uno de los grandes debates urgentes de nuestro actual momento histórico.