Las emisoras públicas, de radio y televisión, nacieron con el objetivo de cumplir con el artículo 20 de la Constitución Española, donde se recoge el derecho a la libertad de expresión y la garantía a la pluralidad informativa. Asimismo, la actividad de los medios de comunicación de titularidad pública ha de regirse por un criterio de servicio público, “esencial para la comunidad y la cohesión de las sociedades democráticas que tiene por objeto la producción, edición y difusión de un conjunto de canales de radio y televisión con programaciones diversas y equilibradas para todo tipo de público, cubriendo todos los géneros y destinadas a satisfacer necesidades de información, cultura, educación y entretenimiento de la sociedad española; difundir su identidad y diversidad culturales; impulsar la sociedad de la información; promover el pluralismo, la participación y los demás valores constitucionales, garantizando el acceso de los grupos sociales y políticos significativos”, tal y como recoge la ley que regula la radio y televisión de titularidad pública estatal.

Es evidente que los únicos medios que pueden garantizar estos derechos son los de titularidad pública, porque son sometidos al control público de los partidos políticos y porque no se rigen por la cuenta de resultados en sus contenidos.

Al privatizar todos los medios de comunicación públicos, a nadie le sorprendería que cayesen en manos de empresas cercanas al PP, sumándose a un espectro mediático que, tras las últimas fusiones, estaría, casi en exclusividad, en manos de empresas con una clara línea editorial conservadora.

Esta línea les ha llevado a ejercer de amplificadores de las opiniones y estrategias de Mariano Rajoy. Muestra de ello es el cambio en los titulares que, prácticamente, se ha producido en la totalidad de ellos. Antes, se abrían informativos y periódicos expresando que la crisis era culpa del Gobierno del PSOE. Ahora, ya con un gobierno del PP nombrado, se culpabiliza de todo lo que ocurre a Estados Unidos y a Europa.

Lo que antes eran campañas orquestadas y agresivas contra el Gobierno Socialista, por ejemplo con la subida del IVA, ahora se justifica que el nuevo Gobierno Popular no vaya a cambiarlo porque estamos en niveles inferiores a los de Europa.

Donde antes se criticaba, por activa y por pasiva, la rebaja de los sueldos de los funcionarios porque eran intocables, ahora se aplaude y se arenga el anuncio de Mariano Rajoy de acometer una reforma de la función pública, acometiendo incluso, el despido de cuantos funcionarios necesarios.

Cuando antes se bramaba y clamaba en tertulias sectarias, cuya pluralidad se sitúa entre la extrema-derecha y derecha moderada, por el anuncio del PSOE de elevar la edad de jubilación a los 67 años, ahora, tras el anuncio de Rajoy de no tocar esta edad de jubilación, “porque es un compromiso adoptado con Europa”, o se le aplaude (a pesar de haber mostrado su oposición en el parlamento) o desaparece de cualquier informativo, incluidos los públicos.

La diferencia de los dos modelos de gestión al frente de medios de comunicación públicos han sido más que evidentes durante la anterior legislatura. Para muestra dos ejemplos: Telemadrid ha ido perdiendo audiencia años tras año, quizás porque los ciudadanos madrileños se han hartado de la falta de pluralidad de sus informativos y de la poca calidad de sus contenidos, de producción cada vez más externalizados. Frente a este modelo se encuentra el de RTVE, que se ha convertido en líder de audiencia en muchos tramos horarios y se le han otorgado varios premios a la calidad y pluralidad de sus informativos.

En cualquier caso, parece que se avecinan malos tiempos para los buenos profesionales de la información, los que siempre han defendido la pluralidad informativa y no se han plegado a las imposiciones de los intereses mercantiles. Son malos tiempos para aquellos profesionales que han defendido la utilidad de los medios de comunicación públicos y su vocación de servicio. También los son para los ciudadanos que demandan una programación de calidad y unos informativos veraces y plurales, no el argumentario de un partido político. Quizás comienza la era de los medios de comunicación 2.0.