¿Qué se necesita para realizar una reforma constitucional con éxito? Que los partidos políticos que disponen del número de escaños que la Constitución exige para emprender la reforma estén dispuestos a aprobar esa reforma.

Una reforma constitucional es, después de todo, una variedad del proceso constituyente. Si para aprobar una Constitución es necesario un acuerdo político entre varios partidos que representen a la mayoría del Parlamento y de los electores, para una reforma constitucional ocurre lo mismo. Si varios partidos con suficiente representatividad política y social llegan a un acuerdo es porque han concurrido dos circunstancias: a) que la nueva Constitución sea políticamente más beneficiosa que la situación anterior (otra Constitución anterior o, simplemente, una situación pre-constitucional); y b) que las cesiones que tengan que ofrecer a otros partidos sean asumibles y no excesivamente onerosas. Lo mismo se puede decir de una reforma constitucional.

En la actualidad, el PSOE está defendiendo una reforma constitucional intensa, lo cual es un acierto frente al inmovilismo gubernamental, que sólo hace cálculos tácticos electorales de bajísimo alcance. Pero para empezar a hablar sobre una eventual negociación, el PSOE (o cualquier otro partido que estuviera en esa disposición) tiene que saber qué materias quiere reformar en la Constitución vigente de manera irrenunciable, qué materias se pueden negociar con la posibilidad de renunciar a las mismas y, sobre todo, qué contenidos constitucionales puede exigir a cambio el partido con el que se quiere iniciar la negociación, desglosando tales contenidos en dos tipos, los que son asumibles y los que no son asumibles. Estos son los puntos que todo partido que aspira a una reforma constitucional de cierta intensidad tiene que trabajar antes de lanzar una propuesta de negociación.

Sabemos, porque sus dirigentes lo están avanzando desde la época en que Pérez Rubalcaba era Secretario General del PSOE, algunos de los puntos de la reforma constitucional que este partido propone: federalismo, reforzamiento del Estado social, etc. Pero, ¿ha hecho el PSOE una doble lista de materias a reformar, distinguiendo entre las irrenunciables y las renunciables? ¿Ha hecho una doble lista de las posibles medidas que el Partido Popular puede pedir a cambio? ¿Ha pensado el PSOE en qué materias no se puede ceder y en qué materias se pueden satisfacer las peticiones de la derecha?

El tema no es un problema de mera tácticas de negociación, pues para eso hay publicados muchos manuales y se celebran muchos cursos. El tema es estrictamente de contenidos políticos, esto es, “programa máximo” y “programa mínimo” que ofrece el PSOE. Quizá en esa primera fase sea posible que el PSO.E, como cualquier otro partido con experiencia de oposición y de Gobierno, llegue a diseñar un programa de reforma constitucional realista e innovador. Pero, ¿alguien ha diseñado el eventual contra-programa de reforma constitucional del Partido Popular?

Es sabido que la derecha quiere desmantelar el Estado del Bienestar, quiere reducir, en definitiva, los derechos sociales. A la derecha también le produce cierta urticaria el exceso de libertades públicas y procura limitarlas (como está haciendo ahora con el proyecto de ley de seguridad ciudadana). Además, por convicción o por tacticismo, la derecha suele erosionar la laicidad del Estado, como se ha visto con la operación aborto-Gallardón, que tantos réditos ha dado al Gobierno. Pues bien, si el Partido Popular o su Gobierno llegara a sentarse con el PSOE para hablar de la reforma constitucional, no creamos que va a tener una actitud pasiva: llegará también con su “programa máximo” y su “programa mínimo” y tratará de derogar o modificar derechos, libertades, órganos (en definitiva, relaciones jurídicas) que disgustan a su concepción conservadora del mundo.

Todo ello nos lleva a una idea básica: sin publicidad, sin alharacas, el PSOE ha de elaborar su agenda interna de la reforma constitucional, es decir, las materias renunciables, modificables e irrenunciables así como las materias en las que se puede ceder ante la derecha y en las que no se puede ceder. Y esto nos lleva a otra consideración.

Quizá haya llegado ya el momento en que el PSOE debería hablar en público menos de la reforma constitucional y hablarla más con el Partido Popular con discreción. Llegados a este punto, habría que preguntarse, ¿y por qué habría de querer el Partido Popular hablar de reforma constitucional? Porque quizá sea su última oportunidad de influir en una reforma constitucional.

Las encuestas electorales que se van conociendo apuntan a un posible hundimiento del Partido Popular en las próximas elecciones legislativas. Si ello se confirma, no podrá influir en la reforma constitucional o, dicho de otra manera, se realizará sin que el partido de Rajoy puede influir en los cambios. Más le vale por ello pactar una reforma constitucional con el PSOE y llevarla a las Cortes la última semana de esta legislatura. De ahí la importancia, como explicaba en el primero de los artículos de esta serie, de que el Congreso vote un texto completo y no sólo unos “principios”, como propugnan algunos constitucionalistas, pues un texto cerrado, sólido, es más difícil de ulterior rectificación ya que la Constitución prevé que las Cámaras recién elegidas “deberán ratificar la decisión”. Ello implica que las nuevas Cámaras ratifican o desechan la reforma iniciada antes de disolverse las anteriores Cámaras, pero no podrían introducir nuevas materias.

En conclusión, hará bien el Partido Popular en pactar discretamente una reforma constitucional con el PSOE, no sea que más adelante no pueda negociar. Y hará bien el PSOE en preparar su agenda de reforma constitucional adivinando lo que el Partido Popular podría exigir a cambio.