En definitiva, se trataría de individualizar cada pensión con el fin de adecuar lo recibido a lo cotizado y esto manteniendo el sistema de reparto. Esto de mantener el sistema de reparto es una contradicción con lo que se propone. El sistema de reparto se basa en que el trabajador paga con sus cotizaciones las pensiones de los pasivos del sistema y confía en que en el futuro los entonces activos actúen con él de la misma manera. El cotizante no es dueño de sus cotizaciones sino que el hecho de cotizar le habilita para recibir su futura pensión pagada por los cotizantes futuros. Por otra parte, el hecho de mantener el sistema de reparto ocasiona que las aportaciones del trabajador no produzcan ningún rendimiento a lo largo de los años, puesto que han sido “invertidas” en pagar las pensiones de los activos.

Creo que la referencia al sistema de reparto se presenta pura y simplemente para no despertar mayores suspicacias, pero el fundamento del método propuesto encaja mucho más con el sistema de capitalización y creo que se realiza con la intención clara de favorecer el desarrollo de pensiones privadas basadas en aquel sistema. Verán por qué.

Una vez que cada trabajador conoce la cantidad de que dispone para su futura pensión resulta viable autorizar que, si lo desea, pueda retirar esta cantidad del sistema público para integrarla en un plan privado de pensiones. Se le dirá que sus fondos en el sistema privado producirán mayores rendimientos que en el público y se favorecerá que las empresas coticen por el trabajador al sistema privado.

Como ven, la reforma planteada constituye la condición necesaria para el florecimiento de un nuevo y próspero negocio basado en las pensiones privadas para el que el sector financiero se prepara a participar.

Existe el problema del pago de las pensiones ya devengadas en el sistema de reparto si los cotizantes retiran sus fondos para integrarlos en el sistema privado. Ahí aparece la segunda pata de la propuesta. La rebaja de las nuevas pensiones causadas y la no revalorización de las antiguas.

El objetivo buscado no es tanto el de la sostenibilidad del sistema público, cuestión esta que depende más que nada del crecimiento del PIB y del empleo, cuanto el deseo de abrir más hueco a los planes de pensiones privados en aquella teoría ya antigua de los tres pilares que se manejó en los años 80 del siglo pasado y que rápidamente refresco.

Los tres pilares del sistema de pensiones consistirían en:

-Un pilar no contributivo destinado a cubrir situaciones de necesidad y situado en torno al 75% del salario mínimo.

-Un pilar contributivo basado en el reparto y que cubriría en torno al 45-50% del último salario de activo percibido.

-Un tercer pilar privado basado en la capitalización.

Como ven, el modelo propuesto camina en esta dirección. Al individualizar las aportaciones y rebajar las cuantías finales de las pensiones públicas permitirá de forma paulatina ir transfiriendo cotizaciones del sistema público a los planes privados, abriendo así una estupenda perspectiva de negocio.

El problema está en que las maravillas ofrecidas por los planes privados de pensiones, lo son a base de asumir riesgo, riesgo que seguramente nadie se molestará en explicar debidamente a aquellos que decidan trasladar su pensión al sistema privado. Como tampoco se les dirá que los gastos de gestión de los sistemas privados están muy por encima de los del sistema público. Me temo que la historia de las participaciones preferentes puede resultar un juego de niños, cuando aparezcan nuevas crisis financieras.