La segunda película del director barcelonés Jaime Rosales, ‘La Soledad’, está viviendo una segunda oportunidad. Cuando se estrenó en junio de 2007 pasó prácticamente desapercibida y apenas fue vista por 40.000 espectadores. Sin embargo, y en contra de todo pronóstico, recibió el Goya a la Mejor Película, al Mejor Director y al Mejor Actor Revelación: los tres para los que estaba nominada. Los galardones le han permitido volver a las pantallas. Eso si, sólo con las escasas 30 copias con las que se estrenó.
‘La Soledad’ es sin duda una apuesta arriesgada. En primer lugar porque no hace ninguna concesión al mercado cinematográfico ni al público que llena las salas en busca de grandes despliegues de medios y acción trepidante. Es una obra contracorriente, ascética, tan desprovista de adornos que incluso carece de música y sólo incorpora como banda sonora el sonido de la ciudad.
También es un riesgo atreverse a analizar sentimientos de los que todos intentamos huir, como son la soledad y el dolor. Y Jaime Rosales los muestra en toda su desnudez, sin recurrir al dramatismo, poniendo su cámara, casi siempre fija, ante los personajes y dejándoles hablar, callar, mirar, vivir.
No es una película fácil, pero consigue con eficacia su propósito, que, como el propio Rosales ha explicado, no es otro que “provocar la emoción y conectar con el público”. A través de las vivencias de dos mujeres de diferente generación -Adela, una joven separada con un hijo pequeño, que decide dejar su pueblo e intentar empezar de nuevo en la ciudad, y Antonia, madre de tres hijas que se enfrentan por un asunto de economía familiar-, el cineasta nos habla de diferentes tipos de soledades. De la que provoca la incomunicación y el aislamiento de la sociedad actual, pero sobre todo de la soledad existencial. Esa soledad que, en palabras de Rosales, “tiene que ver con las situaciones de dolor o con la necesidad de enfrentarse a las cuestiones más complicadas de la vida, que no pueden compartirse con los demás y que son tan inevitables como la propia muerte”.