El tiempo de duración del paro, la edad y el género condicionan las posibilidades de ser perceptores de prestaciones. En concreto, la tasa de protección oscila entre el 45,6% de los hombres que llevan menos de un año en paro y el 14,1% de las mujeres que llevan más de cuatro, constatándose que a mayor tiempo en paro decae la protección, máxime en el caso de las mujeres. No en vano ser mujer y parada de larga duración es un binomio que per se lleva en sí un 77% más de probabilidades de no ser perceptoras de prestaciones.

Además, de los cerca de tres millones ochocientos mil parados de larga duración (el 63% del total), tan solo un millón dispone de alguna prestación y entre los parados de muy larga duración (dos años o más en el paro) la tasa de protección se reduce hasta el 23,2%.

Lo anterior conlleva la transgresión de dos de nuestros derechos constitucionales fundamentales, en primer lugar el Artículo 35/1 de nuestra Carta Magna en donde se dice que “Todos los españoles tienen el deber de trabajar y el derecho al trabajo, a la libre elección de profesión u oficio, a la promoción a través del trabajo y a una remuneración suficiente para satisfacer sus necesidades y las de su familia, sin que en ningún caso pueda hacerse discriminación por razón de sexo” y, en segundo lugar, el Artículo 41 que sostiene que “los poderes públicos mantendrán un régimen público de Seguridad Social para todos los ciudadanos que garantice la asistencia y prestaciones sociales suficientes ante situaciones de necesidad, especialmente en caso de desempleo…”, lo cual es grave desde una lectura normativa, pero desde luego representa el fracaso de un modelo social que violenta dos de los principios básicos sobre los que cualquier sociedad que aspire a la justicia debería fundamentarse.

Sirva para reforzar esta argumentación sobre la delicada situación en la que viven millones de personas en nuestro país, que según la Encuestade Población Activa 2014 el número de hogares que no perciben ingresos ha experimentado un aumento significativo respecto al año 2013 (736.900), hasta alcanzar los 768.800.

No es de extrañar, por tanto, que España sea el segundo país de la Unión Europea, por detrás de Chipre, en donde haya en estos momentos más aspirantes a cada puesto de trabajo, en particular, una vacante por cada 110 parados (12,3 parados por cada empleo disponible como media en los países de la Unión Europea). Por hacernos una idea de lo que acontecía con anterioridad a la crisis económica y la envergadura de la problemática actual, en España en 2007 por cada oferta de trabajo había 17,5 desempleados. La ratio es mayor entre el sector artístico y del entretenimiento (192,5 parados por vacante), la construcción (149,7) y el transporte y almacenamiento (107,2) concentrándose el 61,5% de las vacantes en las pequeñas empresas.

Ni tampoco lo es que, según una encuesta realizada por Edenred e Ipsos y hecha pública hace varias semanas, la principal preocupación que manifiestan los que disponen de un empleo sea mantener su puesto de trabajo (54%) o que el 62% estén insatisfechos con sus salarios.

Ni es sorprendente, a pesar de lo injusto, que los Bancos se apropiaran en el año 2013 de un total de 49.694 viviendas por impago de hipotecas (un 12% más que en 2012), de las cuales 38.961 eran las viviendas habituales, no disponiéndose de datos más actualizados sobre desahucios que los ofrecidos por el Banco de España para el año 2012, con un total de 30.034.

En consecuencia, queda plenamente constatado que estar en paro, carecer de trabajo o desempeñarlo bajo circunstancias precarias lleva aparejado pobreza y limitaciones severas en el disfrute de derechos de ciudadanía. Pero, además, la naturaleza del mercado laboral, con la proliferación en la última década de empleos inestables y mal pagados ha dado lugar a que en torno al 15-16% de los ocupados vivan por debajo del umbral de la pobreza.

Junto a lo anterior, el 1% de la población más rica en España acumula el 8% de todas las rentas, según datos recientes de la OCDE, apuntándose también que somos el país en donde más ha crecido la desigualdad en las últimas décadas. No en vano, el 1% más rico ha obtenido desde el año 1995 un 10% de crecimiento y el 10% ha conseguido alcanzar el 20%.

Y de nuevo, como venimos planteando cuán paradójicas y crueles son las sociedades humanas, en donde conviven la riqueza más ostentosa con la pobreza más indigna, mientras que algunos con poder e influencia se manifiestan ajenos a lo que les rodea, utilizando el poder que confieren las palabras para desvirtuar la realidad y desacreditar a quienes sí se preocupan por las tropelías e infamias.