Al margen de la obscenidad que supone atribuir a los sondeos a pie de urna un valor político definitorio, la realidad es que los estrategas de la CDU y los poderosos sectores que la apoyan querían prevenir desde el primer momento la posibilidad de que las fuerzas minoritarias del parlamento alemán arrebataran a la protocanciller un triunfo que se ha querido presentar como incuestionable. Por eso, cualquier intento de conformar una mayoría parlamentaria alternativa debía parecer ilegítimo y poco democrático.
Los hechos ciertos son que la CDU ha tenido unos avances muy importantes respecto a las anteriores elecciones, subiendo ocho puntos. Algo menos que los que pierde su hasta ahora socio de gobierno, el Partido Liberal (casi diez puntos y 4.332.718 votos, en comparación con los tres millones y medio de votos que gana la CDU), y bastantes menos de los que auguraron algunas encuestas previas que llegaron a anticipar hasta un 46% de apoyos.
Pero, en su conjunto, aun con un 41,5% de los votos, el partido de la señora Merkel solo llega a sumar 311 escaños en el nuevo Parlamento alemán. Es decir, la faltan cinco escaños para tener mayoría absoluta. Escaños que sí tendría, en cambio, una eventual coalición de los sectores progresistas del parlamento alemán que no están de acuerdo con la política llevada a cabo por la señora Merkel. Desde este punto de vista, una eventual coalición entre el SPD, los Verdes y Die Linke no solo tendría la legitimidad de origen de sumar una mayoría de votos superior a la de la CDU alemana (42,7%), sino también una mayoría suficiente de escaños, en concreto 319, es decir, ocho más que la CDU de Merkel. ¿Por qué no se plantea, pues, otra alternativa?
La opinión de los alemanes, tal como se ha manifestado en las urnas el día 22 de septiembre, revela que hay una mayoría bastante apreciable de ciudadanos que no coinciden con las políticas de la señora Merkel. No solo los que votaron a esos tres partidos de izquierdas con representación en el parlamento alemán, sino también a otras fuerzas radicales de izquierdas y al nuevo partido (más de derechas aún), Alternativa para Alemania. Por lo tanto, lo verdaderamente ilegítimo, en este caso, es que una fuerza sociológica y parlamentariamente no mayoritaria se intente imponer desde el principio como una espectacular y arrasadora vencedora en unos comicios que han reflejado bastante división de opiniones de fondo.
Desde el punto de vista de la comunicación, hay que destacar la falta de inteligencia, e incluso de agilidad informativa, de algunos medios y profesionales que no se encuentran en el espectro de la derecha, pero que se dejan llevar por la ola mediática imperante. Este es precisamente uno de los problemas de la comunicación actual y de las olas y burbujas informativas que se diseñan a priori y que acaban influyendo en el ánimo de casi todos, en una forma que genera impresiones y percepciones que luego cuesta trabajo rectificar. Y que tienen indudables efectos prácticos.
Por otro lado, si nos atenemos a aquellos que ponen en marcha estas operaciones, resulta bastante preocupante, ya que revela una forma de entender el poder y la comunicación muy poco respetuosa, no solo con la veracidad de los procesos políticos, sino también ?y esto es lo más preocupante? con la manera en la que se practica el gobierno en momentos tan delicados como los actuales.
Y frente a todo esto, lo más importante es que la izquierda ?cada vez más plural? no se dé por derrotada sin dar las batallas que el sentido común y las circunstancias de nuestro tiempo requieren. La historia demuestra, en este sentido, que las peores derrotas sufridas son las que se producen en las batallas que no se dan. Desde dentro o desde fuera de la burbuja mediática.